Paradigmas duros de la corrupción

Paradigmas duros de la corrupción

Parafraseamos a Karl Marx al declarar “El fantasma de la corrupción recorre América”. Se impone por las redes sociales y la fuerza de las masas irredentas del siglo XXI que los trastornos de este país son franquicia de la corrupción política. Esta disyuntiva reemplaza el debate sobre los modelos de Estado generadores de exclusión social y la urgencia de impulsar transformaciones que debiéramos avivar entre todos, en la familia, el sector privado y definitivamente en el Estado. Este nuevo “honestismo” como lo llama Martín Caparrós surgido de la auténtica lucha por la transparencia es insuficiente para resolver las dolencias de la República. Muy en especial cuando no se tiene en cuenta los reales paradigmas duros de la corrupción o sea aquella convivencia con la corrupción que aceptamos como buena y válida.
Primer paradigma: corrupción familiarcrisol de la corrupción estatal. Es en la familia que los futuros ejecutivos órganos de gobierno aprenden hábitos que en su momento los harán funcionarios proscritos del Estado. Formamos ciudadanos que privilegian el tener sobre el ser. Se ostenta riqueza, se vive opulento, se impone el dominio de lo material sobre lo espiritual, generándose chispas que encenderán la corrupción.
Segundo paradigma: corrupción al estudiar, segunda fase de una mutación aviesa. En al menos cuatro universidades puedo dar fe de la cantidad reveladora de estudiantes que asumen como parte de su estilo habitual, copiarse exámenes, falsear tesis y lograr que su nombre se incluya ilegítimamente en investigaciones. Igual sucede en el trabajo donde la ineficiencia, las incapacidades de cumplir órdenes y la poca creatividad, se suman a la ausencia de ética y oportunismo en la relación con clientes, pacientes y usuarios.
Tercer paradigma: corrupción al hacer negocios e instalar empresas. Los informes del Banco Mundial al analizar 190 economías mundiales resaltan las tediosas permisologías para abrir negocios. Mientras más registros se imponen a los empresarios para crear nuevas empresas, entonces más oportunidades de colusión, complicidad y tratativas germinan. Abrir una empresa impone de 5 a 13 pasos, en promedio nueve permisologías serán necesarias para crear una compañía. Realmente oportunidades donde la oferta indebida, el reclamo gansteril y confabulación terminan imponiéndose.
Cuarto paradigma: escuelas de funcionarios corruptibles, colectivos de analfabetos funcionales o partidos políticos. Políticos sin ortografía, expositores sin dicción y voceros de escasa sintaxis, son los que pretenden adecentar el Estado. De los partidos, sólo el PLD exigió estudios para otorgar membresía. Las escuelas partidarias están cerradas y las relaciones con las fundaciones Frederich Ebert, Conrad Adenauer y Frederich Naumann se disolvieron. Funglode y la formación que aporta FEDOMU son excepciones a la desolada capacitación política, ética y estratégica.
Quinto paradigma: iletrados en gestión moderna pero dueños de negocios afines al ministerio que dirigen. No existe el primer ingeniero, doctor o abogado que tenga activa una empresa de construcción, clínica o bufete de abogados, que haya salido exitoso, incólume e inmaculado.
Sexto paradigma: serios analistas dentro una masa de comunicadores insolentes. Periodistas mal retribuidos que redactan mal, se expresan con palabras ruines, frases impropias y trasgresoras de la prudencia, un periodismo de baja investigación.

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