Paraguay, presente

Paraguay, presente

Estar en Paraguay en el año 2017 fue un privilegio inusitado. El azar y sus caprichos, las sutilezas de la casualidad provocaron que ocurriera. La nación celebraba el centenario del nacimiento del autor de “Yo, el Supremo”. La estada, por motivos laborales sumó al compromiso de observación electoral el descubrimiento y la constatación de todo aquello construido por mi imaginación y la historia de estancieros, guerras, horror, estampas de esa naturaleza exuberante. Ypacaraí, Iguazú, Misiones, Ciudad del Este, Encarnación. Asunción y el recuerdo de los tiranos y el regodeo con la fuerza. Cada rincón cuenta algo, aunque sea el encono y el dolor, la destrucción y la valentía. Entonces publiqué “Roa Bastos y las primarias” en este mismo espacio y describía ese verde desolado y pantanoso. El trajinar de fronteras que apresan y liberan. Límites imposibles, reinado del agua, con nacionalidad distinta. Travesía sin fin de paquebotes, llevando y trayendo algo más que sueños. Durante la celebración de la Feria Internacional del Libro aquí, hubo un despliegue artístico, expresión de multiculturalidad. La sonoridad del guaraní y ese orgullo de tenerlo como lengua oficial igual que el castellano. Porque Paraguay es un Estado pluricultural y bilingüe, así dispone la Constitución de la República y ratifica y regula la Ley de Lenguas.
“El Estado paraguayo deberá salvaguardar su carácter pluricultural y bilingüe, velando por la promoción y el desarrollo de las dos lenguas oficiales y la preservación y promoción de las lenguas y culturas indígenas.”
Aquella inmensidad, “isla rodeada de tierra por todas partes” y la relectura “in situ” del portento escritural que es “Yo, el Supremo” fue experiencia única. Recreo lo vivido y escrito, después de una ocurrencia lamentable, grotesca. Una manifestación de prejuicio y estulticia que pretendía ofender a una nación y su cultura. Desconocimiento con difusión universal que compromete a los dominicanos con la burla a Paraguay y a sus señas de identidad. Más que el peligro de afectar relaciones internacionales, de establecer el irrespeto como norma cotidiana en la comunicación, el enorme y necesario desafío, está adentro, entre nosotros. Vergüenza colectiva por un desaguisado individual, soez. Ignorancia con pretensiones, audiencia y popularidad. Choteo insulso, estridente.
Cuando Roa Bastos, orgullo de Paraguay, decidió echar al fuego el manuscrito de su novela “El Fiscal” dijo: “Quemé los originales de la versión inconclusa de “El Fiscal” porque, al igual que en los demás actos de la vida, también un acto artístico o literario puede resultar fallido. Sólo que, claro está, los actos equivocados de la vida no pueden ser quemados.” Quemar la afrenta es imposible. Enmendarla quizás. La trampa, milagro y perdición, de la propagación de cualquier sandez a través de las redes sociales, es lo indetenible del agravio. El percance, sencillamente aborrecible, obligó la publicación de un comunicado de la Embajada dominicana en Paraguay cuyo texto rechaza las frases discriminatorias emitidas por un humorista, en un programa matutino. En el texto está el lamento por la falta de conocimiento del comunicador sobre los vínculos de hermandad entre las dos naciones. Menciona la Feria Internacional del Libro dedicada a Paraguay, Escuelas y Plazas en honor a personajes paraguayos.
La acción de una persona ofendió a una nación sorprendida con el desprecio, la prosa de otra quizás no compense la ofensa, pero puede convertirse en declaración de respeto a un pueblo y sus batallas, abrazo para vencer distancia y enojos. Roa Bastos proclamó, cuando recibió el premio Cervantes:»La literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje. Y es esta batalla el más alto homenaje que me es dado ofrendar al pueblo y a la cultura de mi país que han sabido resistir con denodada obstinación, dentro de las murallas del miedo, del silencio, del olvido, del aislamiento total, las vicisitudes del infortunio y que, en su lucha por la libertad, han logrado vencer a las fuerzas inhumanas del despotismo que los oprimía.»

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