Los dominicanos, pese a que siempre tenemos rencillas entre nosotros, sostenemos un orgullo muy particular, que nos hace creer que aquí somos muy especiales y poseemos muchas cosas que son las mejores del mundo, pese a que el país se nos cae a pedazos, institucional y moralmente, padeciendo deficiencias conductuales y morales que nos colocan en el planeta en un lugar muy alejado de la excelencia.
Para nosotros, tenemos ya el pico más alto del Caribe, así como el río más largo, por igual creemos poseer las mejores playas de arena blanca del Caribe con los mejores hoteles, los aeropuertos son los mejores así como las carreteras, y por igual, el ron y la cerveza son clase aparte en el conglomerado de bebidas alcohólicas del continente y para lo cual también compiten nuestros cigarros. Y ni hablar de nuestros peloteros de Grandes Ligas, que son los mejores después del triunfo en el torneo mundial de béisbol, lo cual habla del ego encendido del nacionalismo puro.
Pero a lo anterior, es necesario presentarle los índices negativos, que habla muy mal de la conducta criolla como nación y sociedad, que van desde las deficiencias educativas, reaparición de enfermedades desaparecidas, precariedad en los servicios públicos y hasta una corrupción rampante que afecta a los organismos oficiales, siendo estimulada por los integrantes de esos estratos burocráticos, que no se inmutan, cuando en las informaciones y reportes internacionales, somos señalados por esos organismos de vigilancia y monitoreo, por las violaciones, la delincuencia, los exterminios extrajudiciales, por los feminicidios, el narcotráfico, la trata de blancas y la existencia de un sistema judicial y policial podrido, que a cada rato brotan sus pústulas.
Están agrupándose todas las deficiencias que nos hace ver a nuestro paraíso terrenal como algo podrido, y con posibilidades, de seguir contaminándose en perjuicio de los que todavía creen que pueden hacer algo para devolverle al país esos valores, que alguna vez forjaron esperanzas de una nación muy especial, pese a la amenaza latente de la pobreza de los vecinos occidentales, que constituyen una severa preocupación para el bienestar de los dominicanos.
Nuestro paraíso, del cual nos sentimos tan orgullosos, tiene sus zapatas cimentadas en la arena, por lo que la estructura es muy inestable, como lo demuestran los hechos de tan diversa naturaleza que perjudican el funcionamiento de un buen gobierno, afectado por las ambiciones de los políticos burócratas, cuya creencia, es que un cargo público es para un rápido enriquecimiento, arrollando a los demás, sin importarle la repugnancia que produce en sus conciudadanos.
La acumulación de tantas deficiencias en la cotidianidad, convierten la calidad de vida en algo hipotético y que solo se lee en los periódicos y revistas o se ven en programas de televisión, aumentando su peligrosidad que obliga a pensar a muchos sectores, no afectados por la maldad imperante ni por las deficiencias y que les duele el país, que deben asumir una postura de reclamar a las autoridades la rectificación de los comportamientos, y deque el país es una reserva para todos. Si soportamos tantos males acumulados, es que todavía nos consideran un país muy especial, pero hay tiempo de sacudirnos de la pereza cívica para sacar a relucir todo eso que Juan Pablo Duarte soñara de sus compatriotas, y los animaba aseguir adelante, en su lucha para tener una patria libre e independiente de toda dominación extranjera.