Parece que fue ayer

Parece que fue ayer

Un día martes 18 de diciembre de 1990 se publicaba en este mismo diario un artículo nuestro titulado Memorias de un prisionero. Lo escribí al momento de salir liberado de la cárcel pública de San Juan de la Maguana en donde arbitrariamente y por razones políticas nos había recluido el régimen balaguerista.

En dicho escrito decíamos: “Se ha escrito y se han dicho cosas acerca del estado en que se encuentra la mayoría de los recintos carcelarios en el país. Sin embargo, una cosa es leer u oír, en tanto que otra es comprobar tan cruel realidad… Resulta espeluznante contemplar a centenares de hombres tendidos en un concreto frío tal cual si se tratara de enlatados de sardinas, sin un mísero cartón en que apoyar sus espaldas mientras duermen. Las condiciones de los pocos inodoros en función no pueden ser peores. Aguas negras se estancan en medio del patio. Esa gente vive hacinada cual si fuera un campo de concentración. Fácilmente se identifica a enfermos crónicos, desnutridos, tuberculosos, personas con llagas fagedénicas, paralíticos y dementes.

Más adelante apuntábamos: Y pensar que el día menos pensado cualquiera podría, sin quererlo, caer en uno de esos asqueantes y tenebrosos almacenes de bípedos reducidos a cuadrumanos. Cuando de golpe y porrazo nos vemos compartiendo tan inhóspito lugar, logramos sentir de cerca la miseria de la opresión, el asesinato de la dignidad humana y la fría indiferencia de los gobernantes”.

Ya para ese entonces había pasado el certamen electoral  de mayo  1990 que tanta frustración generó en quienes dirigíamos el Partido de la Liberación Dominicana. En mis adentras la impotencia me vencía mientras soñaba con el día en que  lográramos conquistar el poder para así transformar la atmósfera en que habitaban los reclusos dominicanos. Más de veinte años han transcurrido desde aquel desagradable encarcelamiento. Todavía  sigo siendo testigo de muertes carcelarias en jóvenes que lucen ancianos consumidos por la tuberculosis, el Sida y el uso crónico de drogas ilícitas.

El último de los más sonados escándalos  mortales de la prisión corresponde a un adulto de 40 años, oriundo de Las Matas de Farfán, probablemente hipertenso de larga data, mal atendido, con una Hepatitis crónica agresiva. Por cerca de tres semanas estuvo el sentenciado quejándose de malestar general, náuseas, vómitos, fiebre e ictericia, siendo tardíamente llevado en estado crítico a un hospital público de Santo Domingo, en donde expiró 24 horas después a consecuencia  de un shock séptico. ¿Cuántas décadas adicionales se necesitarán para que la cacareada reforma carcelaria abandone  el papel y se asiente en toda la geografía nacional? ¿Cuándo acabará el negocio del tráfico de influencias y la necesidad de pago en metálico para que un detenido pueda recibir un trato humano? ¿Quién le pondrá el cascabel al gato? ¿Tendrá mi nieta que llegar a la ancianidad para ver un cambio positivo real y no virtual en todos los recintos carcelarios dominicanos? ¿Vivirán algún día todos los presos higienizados, bien alimentados y saludables  sin que se tomen en cuenta  la religión, etnia, nivel social, abolengo, sexo, ni  la nacionalidad?

¡Nieta del alma, antes de que te mate la ancianidad eso vendrá; mantén la fe como tu abuelo!

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