Pareidolia e imaginación

Pareidolia e imaginación

A menudo, creemos traspasar la realidad. Podemos ver cómo se ciñe en nuestro cerebro la imagen bucólica de un ser o un espacio desconocido. Una imagen extraña suele aparecer y reaparecer en el polvo, en el mar, en el cielo y en todo el espacio que nos rodea. Casi siempre esta aparece en las nubes, o en la tierra. Al verla, la razón pierde su esencia, el corazón late rápido, y viene la emoción. Todo se detiene. Algo mágico surge.
Algunos creen ver imágenes parecidas a las que están más relacionados. Por ejemplo, un cristiano a menudo observa a un Cristo con los brazos abiertos que se asoma entre las nubes. Este es reino de la pareidolia producido por las emociones, hijas de la reducción de las percepciones.
Distinto a quienes crean imágenes bajo el influjo de la pareidolia, el artista crea o recrea la imagen: la tallará en su cuadro, si es pintor; y si es poeta, dibujará metáforas con ellas. El artista concita las emociones a partir de sus creaciones; los obsesivos retuercen y fuerzan las imágenes para que respondan a sus emociones. Las emociones que produce la obra de arte son a posteriori; las emociones que produce la pareidolia son un a priori que se convierte en causa y efecto.
La pareidolia fusiona realidad, emociones, expectativas y delirios. El científico, el artista y el iluso se asombran ante las apariencias de la realidad. El científico formula preguntas, el artista recrea la realidad consciente de que se trata de un hurto, pero el iluso confunde su falsificación con la realidad original; y se aferra al pequeño feto que irradia la idea que pare una imaginación insólita. La pareidolia es la confirmación de lo que queremos y esperamos con fe ciega.

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