Pareja; una invitación a crecer

Pareja; una invitación a crecer

“La mejor cosa que un padre o madre puede hacer
por su hijo es amar a su pareja”.

Zig Ziglar

El punto culminante del crecimiento es la relación de pareja. Por una parte, representa el gran sueño de felicidad, y por otra, es el mayor reto de la existencia. La pareja está al servicio de la vida.

Con nuestros padres tomamos ideas muy determinadas acerca de la relación de pareja, cómo es y cómo tiene que ser. Esta razón hace que la relación esté forzosamente condenada al desengaño. Mirar las relaciones de pareja que hemos hecho, nos lleva a comprender la pareja de nuestros padres, y las parejas anteriores a ellos.

Los conflictos de la relación no son sólo de dos, sino de los 14 que trae de su árbol cada uno: las cuatro parejas de bisabuelos, las dos parejas de abuelos, y la pareja de padres. Frecuentemente, formamos pareja desde 4 posturas:

1-Repetición pura: Es una lealtad evidente. Por ejemplo: el padre era médico y la pareja es médico, visitador a médico, farmacéutico, etc, haciendo de la pareja una copia tal cual.

2- Repetición por oposición: Suele impulsarse desde la rebeldía. La pareja se forma buscando lo contrario de lo conocido. Por ejemplo: alguien que tuvo una madre negra y curvilinea se casa con una mujer rubia y atlética.

3-Repetición por interpretación: Ocurre desde la apreciación que interiorizamos. Si tenía un padre que viajaba mucho o pasaba mucho tiempo fuera de la casa, la persona se busca una pareja que vive en el extranjero, o la deje, porque interpretó que el amor es abandono.

4-Repetición por compensación: Suele impulsarse desde la idealización. Quien tuvo una madre fría que le ignoraba, busca a alguien que sea cariñosa y que se desviva por él, una mujer cálida y detallista.

La dramaturga y guionista de cine estadounidense Lillian Hellman dijo: “Las personas cambian y se olvidan de decírselo a los demás”. El asunto es que muchas veces, la propia persona no puede explicar qué le hizo variar. En realidad, la mayoría de los conflictos de pareja tienen su origen en temas no resueltos (inconscientes) del árbol genealógico.

Las rupturas suelen darse cuando uno -o ambos- se devuelven a mirar su sistema de origen, en vez de seguir adelante en la relación. La pareja no sólo nos transforma a nosotros, sino también a nuestro clan. Rara vez, la ruptura se da fuera del árbol.

Tener pareja es vivir en terapia. Nadie conoce más nuestras aflicciones que la persona que comparte nuestra intimidad. Afortunadamente, donde está la herida está también la solución. El árbol genealógico es un recurso que nos permite comprender la historia familiar y darle un buen lugar en nuestro corazón a lo que sucedió.

Cuando yo estudié, me enseñaron nombres de países, sus ciudades y libertadores, leyes de gramática y escritura, ecuaciones de primer y segundo grado, teoría de conjuntos, y muchísimas cosas más que no han tenido utilidad para el aprendizaje más importante de mi vida: crecer para relacionarme bien.Hoy día, muchas escuelas están dando importancia al árbol.

Algunas de las preguntas del árbol que puedes buscar responder son: ¿Cómo son las parejas de mi árbol?, ¿Cómo se conocieron?, ¿Qué les llevo a unirse?, ¿Qué precio pagaron por su relación?, ¿Cómo finalizó la historia para ellos?

El diplomático y poeta francés Paul Claudel dijo: “La señal de que no amamos a alguien es que no le damos todo lo mejor que hay en nosotros”. La relación con la pareja es siempre una invitación a crecer. Con la pareja vemos claramente lo que aún no hemos curado de nuestras memorias. Una pareja sana debe cumplir 3 criterios:

1-Que sea una suma: a partir de estar unidos cada uno debe enriquecer su vida, con nuevos amigos, actividades, conocimientos y recursos.

2-Que sea capaz de reconocer sus fallas: La comunicación de la pareja debe ser abierta, sincera y lo suficientemente fuerte como para mostrar su vulnerabilidad.

3-Que tenga humor: La risa es el enganche para la vida. La pareja sana incrementa el gozo y la alegría de vivir.

La monja católica de origen indo-albanés conocida como la madre Teresa de Calcuta dijo: “El amor intenso no mide, sino que simplemente da”. ¿Quién es el mayor dador? ¡Dios! Todas las relaciones existen para apresurar nuestro camino de regreso a Él. Cuando nos entregamos al obrar del Espíritu, todos los encuentros son sagrados, especialmente la pareja.