París, Francia. Recorrer esta ciudad es mucho más que apreciar la poesía detrás de cada trazo arquitectónico, del culto a la historia y a la vida sibarítica. Es más que quedarse atónito ante el lujo de las ropas y joyas que se exhiben en la chic y cara Plaza Vendome, o conquistar la noche en los Campos Elíseos, en Montmartre o el Barrio Latino. Recorrer París es descubrir el valor de la historia a través de los tesoros guardados en el museo del Louvre.
Pisar sus amplias calles y aceras es constatar que el respeto a las reglas elementales de convivencia se traduce en derechos para todos.
Caminar por su zona más céntrica es comprobar que el ordenamiento urbano es posible y que, para ser el primer destino turístico del mundo, con un promedio de 80 millones de visitantes en 2008, ha debido establecerse allí el imperio de la ley.
Es la regla, respondió un taxista, parisino por definición, cuando se le preguntó por qué estaba prohibido montar pasajeros en el asiento delantero del vehículo.
Abrazo a las viejas colonias
Un tour por esta mítica ciudad permite codearse con otras realidades como el peso de la migración africana con su suerte de mestizaje, o la presencia de rumanos que mendigan en las calles y que son utilizados, según algunos parisinos, por mafias que los trasladan de un país a otro.
Cuando se cruza la ciudad de un extremo a otro, ya sea en taxi, metro, tranvía, barco o bicicleta, se descubre que la comunidad haitiana pasa de 300,000 personas, según Jean Philipe, un taxista haitiano que tiene alrededor de 20 años aquí, y quien explica que sus compatriotas trabajan principalmente en el área de informática, la construcción y el servicio en hoteles.
Laura Faxas, embajadora dominicana en este país, informó que la comunidad dominicana es pequeña, no más de 230 personas, que en su mayoría vienen a estudiar pero que normalmente retornan a República Dominicana.
Ella estima que la barrera del idioma es lo que distancia a los dominicanos de esta parte del mundo.
Pero esa no es la realidad de Marcos, un joven oriundo de Puerto Plata, quien era el centro de atención en una discoteca del Barrio Latino mientras sonaba el manbo de Omega.
Para los ojos criollos detrás de su visa están las habilidades caribeñas para la conquista amorosa.
Un destino que vale
Recorrer París es descubrir que la belleza puede ser eterna y cara.
Dicen que este es uno de los destinos más costosos del mundo. Una botella de agua de 20 onzas cuesta, en la zona de la Plaza de la Concordia, tres euros, equivalentes a RD$159.00.
Un almuerzo en un restaurante de la zona céntrica vale alrededor 24 euros, RD$1,272. Un café -que por cierto, parecería importado de República Dominicana por su exquisitez- se consigue a tres y cuatro euros, entre RD$159 y RD$212. Una entrada a la Torre Eiffel cuesta de cuatro a nueve euros, una glamorosa chaqueta desde 160 euros en adelante, y las marcas famosas son definitivamente prohibitivas.
Tarek
Vivir o morir
Tarek es uno de los tantos inmigrantes senegaleses que hallan, en los monumentos históricos, un espacio para sobrevivir con la venta de artículos emblemáticos de Francia. Su largo tránsito huyéndole a la miseria lo dejó primero en España, tras atravesar el mar en una patera. Para él, exponerse a los peligros del desierto y del océano era vivir o morir. La dura realidad de muchos.
Las claves
1. En el Louvre
Este anciano pintor reproduce una de las obras que se exhiben aquí.
2. La limpieza
Este empleado limpia el área de las bicicletas que se alquilan.
3. Mendicidad
Algunos mendigos piden en las esquinas parisinas.