París o la segura muerte de lo urbano burgués

París o la segura muerte de lo urbano burgués

Adiós, otoño de París,
navío azul, mar amoroso,
adiós ríos, puentes, adiós
pan crepitante y fragante,
profundo y suave vino, adiós
y adiós, amigos que me amaron,
me voy cantando por los mares
y vuelvo a respirar raíces.
Pablo Neruda.

( Adios París, aparece en Estravagario, Losada 1958).
ESAS CIUDADES DECLARADAS BLASFEMAS, OH PARIS LIMPIA TU CALIZ ENSANGRENTADO !!!

Era un viernes 13, la noche plácida en aquel París de siempre, ahora con hojas teñidas de otoño que anunciaban el fin de año.

La gente se movía en sus barrios con la completa seguridad de que ese viernes el Rock del club Bataclan, era la mejor forma de pasar el fin de semana.

Allí estaban los más jóvenes, los branché, los enganchados a esa música y a la diversión del fin de semana, ambiente típico del París de noche (París Soir), abarrotado de gente parisina en plena calle, esa toma pacífica y alegre entre amigas y amigos, entre turistas de todas partes que aman la noche confundido con los parisinos, estampa típica de ciudad que tiene zonas que no duermen, glamour de espacios urbanos que esperan a los celebrantes de la noche.París siempre ha sido la apuesta para la libertad de la calle, la libertad de movimiento especialmente para esa nueva juventud entre 15 y 25 años.

Los ataques del viernes pasado, 13 de noviembre se producen en el contexto confiado de una ciudad habituada a su ritmo de fin de semana, movilidad juvenil entre el rock para los jóvenes y el jazz para los más adultos, pero todos unidos, como si se comunicaran antes, todos masculinos, femeninos, como la vieja película de Jean Luc Godard, a la calle, a la misma calle llena de luces y bullicio entre la Rive Gauche y la Rive Droite, entre las orillas izquierda y la derecha, mientras el discreto río, testigo de siempre en la histórica ciudad, riela entre luces y sombras pluviales, el Sena mismo.

La sicología rectora de los ataques, la aberración religiosa e islámica, según un fanático comunicado, era que la ciudad, París, había blasfemado al profeta con su modo de vida y su estilo de vivir.

¿París ciudad blasfema? ¿Quién lo decide? Lo decide un grupo de asesinos confesionales, lo deciden desde su cueva un grupo de desalmados que pretende imponer al mundo reglas y códigos de penitencias en nombre de la sangre y la muerte a la mansalva.

¿Que Francia tiene deberes sociales y humanos desde la colonización hasta ahora? Sí.
¿Que Francia hace décadas debió trabajar un modelo de integración social para sus emigrados desde sus excolonias? Sí.

¿Que Francia hace décadas debió ser ejemplo para el resto de Europa en materia de integración? Sí, porque ha tenido los elementos intelectuales y materiales para hacerlo y haber evitado esos hacinamientos afro-árabe en las banlieu, que hoy por hoy, son nidos de altos sentimientos en su contra.

¿Pero la mejor forma de castigar a una población, no a sus dirigentes, es salir a matar gentes en las calles, crear el miedo, crear el pánico? ¿Esa es la mejor forma?…

Hay una forma de vida occidental, con sus normas (la compartamos o no en toda su extensión), de la que la propia República Dominicana forma parte, nadie en nombre de una religión desde un Califato, puede dictar reglas de convivencia a partir de metralletas y asaltos, nadie puede tampoco entrar a una oficina y masacrar caricaturistas porque se ha supuesto que con su trabajo también como ahora la ciudad de París, habían blasfemado al profeta de la sangre, ese que en su nombre lleva muchas tumbas mundiales, ese que en su nombre lo letal se convierte en castigo para los que no tienen su confesión. Nadie, pero nadie puede decidir la vida de los otros.

LA IDEOLOGÍA DEL MARTIR: «PORQUE VOY A MORIR TODOS DEBEN MORIR CONMIGO».

Es un fenómeno de sicología social, el martirio público y urbano, habrá que estudiar su composición, habrá también que entender el antivalor de un adoctrinamiento para vivir en alegría hacia la muerte individual, con plena conciencia de la urgente necesidad terrorífica de la muerte de los otros.

Por lo que lee y se observa, el pasado de estos individuos no es ponderadamente cuerdo, en esos adoctrinamientos para el martirio debe haber una cuota individual de historia personal deformada, o un nivel de manipulación, en los lavados de cerebro de gente que se siente útil a una causa. No hay que olvidar tampoco el tema de la sexualidad de estos personajes dirigentes.

Las mujeres tienen su rol en esta categoría de la lucha mártir, ellas deben satisfacer a estos dirigentes iluminados de Alá, cuyas pasiones eróticas están incluidas en el paquete total de su lucha contra Occidente. Reclutadas clandestinamente, estas muchachas están en la edad del conflicto familiar y la posible aventura, ese ha sido el perfil de las chicas de Londres y Berlín, reclutadas a su vez por mujeres militantes de pañuelos en la cabeza, convencidas de la causa o en otras palabras, maipiolas de Alá.

Las consecuencias ya se conocen, velos, rostros cerrados y la promesa de un paraíso relativo, en unas aventuras de riesgos que a muchas de estas chicas entre los 18 y 20 años, les ha costado la vida cuando en el lugar de los hechos, cruzando por Estambul para llegar a Siria, y de ahí al Califato de ISIS, han comprobado que nada es igual a las promesas hechas en sus ciudades de orígenes. Los jóvenes, de su lado, convencidos para morir por la causa, algunos tienen un historial oscuro y al parecer la aventura de ISI, es mucho «mejor», que otro destino y en el proceso de adoctrinamiento, surge la luz de Alá: matar, matar, los hará los grandes mártires …

La aceptación de la muerte, la muerte como trascendencia y heroísmo, amerita un adoctrinamiento de choque cerebral viril y extremo, porque para explotar el cuerpo contra los demás la rentabilidad del odio en el sometimiento mental, juega un papel sicológico de importancia.

Es decir, cuando se llega al paroxismo, entonces el individuo está preparado para salir y cumplir y en su mente late como las agujillas de un reloj, la frase: porque va a morir, todos deben morir con él, enfermedad de la frase salida de un contexto, donde el individuo aislado cubierto de la doctrina de la muerte y el martirio, como los caballos con anteojeras, solo mira y piensa en una dirección: la muerte de los otros.
Estamos entonces ante una suerte de delirium, una híper temperatura mental que ciega impulsa, porque Alá dará la recompensa divina a mayor sangre ajena en el empeño.

Estamos en un mundo menos seguro, ciudades acusadas de blasfemas en nombre Alá, París sacrificado a tener burka y velo, asaltado por tipos de horca y cuchillos más armas automáticas, aquel viernes 13, quedará en la historia de las bellas ciudades, como el inicio de la noche oscura esperemos que corta, del siglo XXI, al que por joven, más sangre no le cabe (CFE).

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