París, oda a la belleza femenina

París, oda a la belleza femenina

Con Galliano, el país de Tutankamón, del siglo XIV antes de Cristo, trajo a las pasarelas francesas el lujo desbordante de sus tumbas faraónicas, la belleza de sus legendarias diosas y figuras femeninas, sus oros y plisados, sus poderosos maquillajes y la frescura de sus turquesas y corales.

El juego de volúmenes invertidos que tanto aficiona el modisto, por el que agiganta el torso de un modelo mientras minimiza la parte inferior de la figura, o viceversa, el uso y abuso del vestido y la abundante presencia de siluetas longilíneas, y de envolventes cintas convirtió la pasarela Dior en un fresco egipcio de los albores del siglo XXI.

Túnicas blancas y efectos plisados, bordados color turquesa o coral y corsés tipo “sarcófago” fueron algunas de las alegrías que Galliano propuso a su clientela de notables para la primavera verano de 2004.

La semana de desfiles de alta costura francesa terminó con una jornada oriental y mitológica, animada con rock por Dupre Santa Barbara y con sublime elegancia por Ralph Rucci. El modisto estadounidense protagonizó el gran momento del día y el gran final de la mini semana de colecciones del lujo máximo francés, junto con el libanés Elie Saab. En su desfile, Ralph Rucci mostró su maestría en el mundo de la costura más exigente pero también su habilidad para aplicarle las últimas tecnologías, sin perder de vista en ningún momento el objetivo final, embellecer a la mujer y ofrecerle la máxima elegancia. Con Elie Saab, la alta costura francesa se fue a Oriente Medio o más bien, trajo una importante representación de esa región del globo. Bellísimos modelos aptos para las mil y una noches, pero, curiosamente, en sintonía con la opinión de los expertos europeos en la materia.

En efecto, la alta costura francesa, en su particular lucha por la supervivencia, parece haberse vuelto más accesible a un público deseoso de realzar un momento especial de la existencia con un vestido de ensueño.

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