Parloteando con cariño acerca de México

Parloteando con cariño acerca de México

Me permito saludar a los mexicanos que aquí viven, con un estentóreo grito: ¡Adiós torres de Chihuahua, sus pilares de cantera, ya llegó Francisco Villa para devolvernos la frontera! Ahora digo que Hernán Cortés, el conquistador de México, anduvo por aquí. Y en Compostela de Azua fue escribano. Y oh prodigio de la arquitectura, la Casa de Cortés en Cuernavaca, parece algo así como una copia del regio edificio que aquí se levantó con el nombre de “Alcázar de Diego Colón”.

En ese alcázar estuvo en “el cuarto de la luna frente al jardín umbrío, inquieta, Palpitante y huraña, junto a don Juan de Grijalva, la virreina de España”. Ello fue que la virreyna doña María de Toledo quiso hablar con Grijalva, por los amores que é1 sostenía con Elvira Pimentel, que era dama de compañía de doña María.

Don Juan de Grijalva, marino audaz, llegó a las costas mexicanas. Y en su nombre fue bautizado el mexicano río que “Grijalva” se llama.

Don Benito Juárez, el mismo que en el Cerro de las Campanas de Querétaro, fusiló a Maximiliano el pretenso emperador y a los traidores generales mexicanos Mejía y Miramón. Aquí en Santo Domingo, por cabal y decidida iniciativa, magistral propuesta del diputado dominicano Antonio Delfin Madrigel, el Congreso de nuestra República otorgó al glorioso indio zapoteca, al ilustre hijo de Oaxaca, el título de “Benémerito de las Américas”.

Y algo más todavía, algo que fue de aquí hacia allá. El licenciado don José Núñez de Cáceres y Albor, el que aquí proclamó el efímero, lamentablemente efímero “Estado Libre de Haití Español. Sueño vano fue este, porque del Occidente vinieron los fusiles, las bayonetas y los soldados portadores de las banderas que por divisa llevan la frase “L”, Unión Fait La Force”.

Núñez de Cáceres se fue a Venezuela, en Caracas editaba un periódico. Pero surgieron disensiones entre El Libertador Bolívar y el Catire José Antonio Páez.

Entonces Núñez de Cáceres optó por irse a México, se radicó en Ciudad Victoria.

Por igual a México se marchó un hermano de nuestro arzobispo Tomás de Portes e Infante. Este compatriota que se marchó a la nación azteca, allá engendró distinguida y luminosa descendencia.

Y un miembro de la excelsa prole llegó a la presidencia de México.

Hablando estamos, referencias hacemos de don Emilio Portes y Gil.

Presidente valiente, que como un gladiador, frente a los ladrones, defendió el “Chapopote”, o sea el ambicionado petróleo de la nación noble de Hidalgo y de Morelos. En el 1944 para el Centenario de la República, de visita vino el ilustre don Emilio. Y después volvió a conocer unos parientes que tenía en La Vega.

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