Parque Jurásico

Parque Jurásico

No es la primera vez que se invoca la renovación de sus cuadros dirigenciales, «a todos los niveles», como solución inaplazable a una de las tantas crisis que ha sufrido en su larga y azarosa existencia el PRD, con tan mala fortuna, o tan poca capacidad de acompañar las palabras con los hechos, que los que hoy hablan de renovación son mas o menos los mismos que vienen haciéndolo, en la televisión y en los periódicos, desde hace más de veinte años. Eso no quiere decir, sin embargo, que esa cacareada renovación no se produzca alguna vez, y que en esta oportunidad el anuncio de emprender un proceso profundo de reestructuración interna no se convierta en realidad. Sería una gran noticia, sin duda, para la política criolla y algunos de sus analistas, que ya no tendrían motivos para seguir comparando -con tono de mofa, por supuesto- la actual dirigencia perredeísta con aquel fantástico zoológico de dinosaurios, parido por la fértil imaginación fílmica de Steven Spielberg, conocido como Parque Jurásico.

Una profesión peligrosa

El motoconcho, que miles de dominicanos han convertido en su medio de sustento, se ha convertido en una de las actividades más peligrosas del mundo, a juzgar por la frecuencia conque los que se dedican a ofrecer ese «servicio» aparecen encabezando las crónicas rojas de los periódicos. En menos de 24 horas, y desde distintos puntos del país, la Policía Nacional ha reportado la muerte de tres motoconchistas, dos de ellos acribillados a balazos y un tercero muerto a garrotazos, con el único propósito de despojarlos de sus instrumentos de trabajo. Llama la atención, en esos horribles crímenes, la despiadada brutalidad de sus perpetradores, absolutamente innecesaria, definitivamente viciosa. ¿Sabe alguien cómo, cuándo y porqué nos volvimos tan violentos?

Clamando en el desierto

Parece que el padre Luis Rosario, coordinador de la Pastoral Juvenil, no piensa darse por vencido en su empeño por convencernos de la necesidad de limitar, de manera drástica, el uso de las armas de fuego en manos de la población civil, que entiende imprescindible si se pretende contener una violencia que ya no respeta a nada ni a nadie. Por eso quiere aprovechar la llegada de nuevas autoridades al gobierno para retomar su hasta ahora perdida guerra, con la esperanza de que algo se haga por desarmar a tanto desaprensivo que anda por ahí. Pero esa prédica de cura incansable y fajador equivale, para decirlo como en la biblia, a clamar inútilmente en el desierto, por lo menos mientras no se cierre el mercado de armas, de todos los calibres y para todos los gustos, que funciona de este y aquel lado de nuestra permeable frontera con Haití, responsable de que en muchos de nuestros barrios una ametralladora Usis sea tan familiar como una pelota de baloncesto.

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