Para evitar que la propagación del virus o la plaga de la inversión de valores, que incluyen todas las malas acciones ejercidas desde diferentes áreas, pero especialmente de los estratos de poder se produzcan aceleradamente, lo primero que hay que blindar de manera especial son las familias. Comenzando por ahí y siguiendo por los centros de enseñanzas, entiendo también dentro de este concepto, todos los conglomerados humanos como áreas de trabajo, donde las personas permanecen mucho tiempo, a veces más del que pueden dedicarle a sus hijos, cónyuges y allegados.
Lamentablemente solo una parte de la sociedad ha podido crearle corazas irreductibles a sus familias, pero si para la otra parte importante, el principal componente del blindaje protector de la conducta humana que es la educación hogareña, por diversas razones se van deteriorando, por falta de tiempo o porque las necesidades no se lo permiten, habría que construir muchas murallas para que los diferentes núcleos familiares se mantengan libres de contaminaciones, lo que es casi imposible. Pero lo mismo ocurre con todos los conglomerados humanos, civiles y militares, etc., y muy particularmente en los que ejercen el poder, porque de cualquier forma sus actuaciones repercuten en todo el resto del cuerpo social y terminan infectándolos por influencias.
La enseñanza hogareña es sumamente importante, pero cuando salen de ese núcleo y entran en contacto con los otros componentes de la sociedad, donde por razones naturales y obligatorias pasan gran parte de su tiempo, y las influencias son diferentes, se producen choques conductuales muy grandes, entonces la coraza primaria que es la familiar tiene que ser demasiado resistente para que no sea permeada por el virus invasor, sobre todo cuando la sociedad misma ha establecido escalas de valores distorsionados.
Si los padres pueden dedicarle cada vez menos tiempo a los hijos, la educación flaquea, las costumbres van cambiando, las influencias de las malas acciones se generalizan, y los que deben servir de ejemplo en todos los sentidos actúan desenfrenadamente, cómo se puede evitar que las nuevas generaciones se mantengan al margen de los efectos del desorden y las malas costumbres, que se están convirtiendo en las ganadores, puesto que las reglas que están marcando el éxito, tienen un gran componente de esos vicios que se saben nocivos, pero que se destacan dentro de los nuevos esquemas.
Porque no se debe confundir lo que llaman progreso material o mejoría económica de algunos, con actuaciones que riñen con los principios éticos. Todo el mundo quiere el progreso de sus familias, pero dentro del marco del respeto, el decoro y la moral.
Muy pocos de las cúpulas de poder quieren detenerse a analizar seriamente los factores que contribuyen al deterioro ético y moral de la sociedad, porque tienen miedo que al enterarse del diagnóstico, ellos puedan ser señalados como parte importante de los factores de transmisión de dicha enfermedad, que en vez de detenerse, continúa en un ritmo ascendente y preocupante.