Participación Ciudadana y el clientelismo político

Participación Ciudadana y el clientelismo político

MIGUEL RAMÓN BONA RIVERA
¿Cesó el clientelismo político durante la ocupación norteamericana? Es el propio Arzobispo Nouel el que nos da la respuesta, quien a su salida del país, tras renunciar a la Presidencia de la República en abril del 1913, fue nombrado entonces por el Papa Pío X, Nuncio Apostólico de su Santidad ante Cuba y Puerto Rico. Más tarde, en mérito a sus servicios a la iglesia, el Papa Benedicto XV le otorgaría el título nobilario de Conde, nombrándole asistente del Solio Pontificio.

Pues bien, el 29 de diciembre de 1920, el Arzobispo Nouel envió una carta al Ministro (embajador) de los Estados Unidos, señor W.W. Russell, en la que le decía, entre otras cosas, lo siguiente:

«El pueblo dominicano ha soportado que una buena parte de los seis millones de dólares que se le obligó a contratar cuando se celebró la Convención, dizque para fomentar sus riquezas, se haya invertido en sueldos lujosísimos de empleados y directores del gobierno de ocupación».

«La oficina de obras públicas es una válvula abierta por donde se escapa gran parte de ese dinero, que debía ser destinado a caminos y otras obras. Sus directores tienen menos capacidad técnica que cualquiera de nuestros maestros de obras. Y ese estado de cosas se mantiene porque el sistema de recompensas por servicios prestados en la política interior eleccionaria allá en los Estados Unidos, dizque así lo exige».

«Nosotros los dominicanos, no lo niego, conocíamos el robo al detalle de los fondos públicos, pero con la ayuda extranjera hemos conocido el arte del engaño y las dilapidaciones al por mayor».

Concluida la ocupación militar norteamericana, en 1924, se celebraron elecciones generales, las cuales fueron ganadas por Horacio Vásquez, para un período presidencial de cuatro años, que debía concluir el 16 de agosto de 1928.

En junio de 1927, cuando se acercaba el término de su período presidencial, Horacio Vásquez reformó la Constitución y prolongó su mandato por dos años más, para concluir el 16 de agosto de 1930. Luego en 1929 produjo una nueva reforma constitucional que le permitiría reelegirse para el cuatrienio 1930-1934.

Para financiar el intenso clientelismo político que generó todo ello, Horacio Vásquez realizó entonces dos emisiones de bonos soberanos de cinco millones de dólares cada uno, en 1926 y 1928.

Trujillo y Balaguer, que gobernaron el país durante más de la mitad del siglo veinte, practicarían igualmente el clientelismo político con una diversidad de matices e intensidades.

A partir de 1978 asumen el poder los partidos liberales PRD y PLD, que habrán de dirigir los destinos nacionales durante veinte años, entre 1978 y el 2008, y cuyo discurso opositor en su momento prometió al país desterrar las ominosas prácticas de la vieja política clientelista.

El gobierno de Don Antonio Guzmán se inauguró bajo el esquema económico de la «demanda inducida» como motor del desarrollo. Este modelo teórico Keynesiano plantea que una expansión del gasto público incrementa la demanda agregada, y ésta a su vez estimula la producción interna. Desde luego que dicho modelo aplica en economías desarrolladas, con una amplia base industrial con capacidad de producción ociosa.

Pero en nuestro país, esto constituyó el más gigantesco sistema de clientelismo político hasta ese momento visto. La nómina del gobierno central creció de 92,507 empleados en 1977, a ciento cincuenta y ocho mil en 1982, según datos suministrados para la época por el economista Andy Dauhajre.

Llegado el gobierno de Salvador Jorge Blanco, para 1984 habían ya más de noventa y siete mil empleos en exceso en el sector público con relación a 1977, señala el doctor Dauhajre hijo.

Arribamos ahora a la era de la modernidad, en donde el presidente modernista Leonel Fernández ha instaurado un nuevo y moderno sistema clientelar. Se trata del llamado clientelismo-transfugismo, mediante el cual el gobierno peledeísta se ha dedicado a reclutar altos dirigentes de la oposición para presentarlos entonces como candidatos del Partido de la Liberación Dominicana a cargos congresionales y municipales. Se trata, sin lugar a dudas, de una práctica repudiable que debilita y prostituye el sistema de partidos, por cuanto promueve la compra-venta de voluntades al más alto nivel.

El Partido Reformista tiene pues ya su candidato presidencial: Amable Aristy Castro, «el candidato de los pobres», autotitulado como tal.

Amable, Miguel y Leonel, serán los contendores en el próximo escenario electoral.

En el escenario en donde desde el poder, quien hoy detenta el poder, y utilizando para ello todos los recursos del poder, pretenderá reelegirse y mantenerse en el poder.

¿Pesará más el voto de conciencia, o el voto clientelar?.

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