RAFAEL TORIBIO
Una de las funciones más importante que los partidos políticos desempeñaban con exclusividad en el pasado era la de canalizar la participación política, tanto en el ámbito individual como colectivo. Hasta hace tan solo unos pocos años, los ciudadanos y ciudadanas tenían sólo a su disposición a los partidos como los instrumentos a través de los cuales podían realizar su participación política, fuera simplemente para votar por las candidaturas de su preferencia de las ofertadas o para involucrarse en asuntos de interés particular o público.

Los distintos sujetos sociales se veían obligados también a acercarse a los partidos políticos en materia de reivindicaciones sectoriales.

Hoy la situación es bien distinta. A la disminución de la credibilidad en los partidos y el desempeño deficiente de sus funciones se une ahora la emergencia de organizaciones ciudadanas que canalizan sus reclamos y expectativas de manera directa a las autoridades públicas o, de manera indirecta, vía los medios de comunicación, así como disposiciones electorales que permiten la canalización de candidaturas a través de agrupaciones políticas transitorias, de alcance nacional o local. Así las cosas, para la canalización de candidaturas y la formulación de demandas, los partidos políticos han dejado de ser los instrumentos exclusivos para hacerlo. La participación política de la ciudadanía en estos momentos no tiene que hacerse necesariamente a través de los partidos políticos. Sin embargo, mantienen aún la supremacía en esta materia, la reivindican y la defienden.

A la situación anterior se agrega que en todas las encuestas de opinión se advierte una fuerte crítica a los partidos políticos. En el caso nuestro así lo atestiguan los estudios recientes del CIES y DEMOS. Sin embargo sucede que esa misma ciudadanía que tiene tan baja estima por los partidos, mantiene una concurrencia a las elecciones que nos sitúa como uno de los países con menor abstención electoral de la región. ¿Cómo se explica un alto cuestionamiento a los partidos y a los políticos con una alta participación en la elección de las candidaturas presentadas por esos mismos partidos? ¿Cuáles podrán ser las razones por las que un ciudadano descontento con la política y los partidos participa en la vida y actividades de estas organizaciones y la gran mayoría termina votando por las candidaturas que presentan?

En algunos casos será siguiendo una tradición familiar de vinculación histórica a un partido; en otras puede ser que responda a una especie de vocación que lo impulsa a dedicarse a esta actividad. No faltarán algunos que lo hacen porque con cada elección hay un renacer de las esperanzas, o por considerar que es una forma de promoción personal. Los menos puede que lo hagan porque la considera una forma de solidaridad social en procura del bienestar de los que menos tienen. Los más es posible que participen en los partidos y en las elecciones por que estiman que si gana su partido el sistema clientelar imperante permitirá que sus problemas comiencen entonces a solucionarse.

Por otro lado nos encontramos que la democracia en la medida que se consolida haciéndose de mejor calidad porque sustituye al elector por el ciudadano y amplía su contenido desde lo electoral a una ciudadanía plena, reclama ser más participativa sin dejar de ser representativa, lo que implica la participación de la sociedad civil como actor complementario a los partidos en algunas de las funciones asignadas en tiempo pasado a éstos últimos de manera exclusiva. En este contexto de desempeño precario de sus funciones, oportunidades de participación política a través de canales no partidarios, la pérdida de credibilidad y legitimidad de los partidos, cuestionamiento a que permanentemente están sometidos y de complementariedad en el sistema político, ¿debe todo ciudadano preocupado por los asuntos de interés público optar por la participación a través de los partidos? Es una interrogante que dejo abierta para que cada lector se dé su propia contestación.