Partidocracia complaciente

Partidocracia complaciente

ANTONIO PEÑA MIRABAL
La palabra partidocracia no existe en los diccionarios convencionales, pero quienes la utilizan buscan explicar con ella la participación de los partidos políticos en el ejercicio del poder. En los últimos días ha sido utilizada con insistencia por articulistas, comentaristas de radio y televisión, por críticos del sistema de partidos, y por el propio Presidente de la República, Dr. Leonel Fernández, quien recientemente en la PUCMM, campus Santo Domingo, la responsabilizó de las precariedades que exhiben, en su gran mayoría, los servidores públicos del país.

 Pudiera decirse que la misma es el resultado de la incorporación a los partidos políticos de todo aquel que ve en ellos oportunidades de alcanzar estadios socio-económicos superiores, y no la oportunidad de servir en la construcción de una sociedad mejor. Se critica la partidocracia que representan servidores públicos colocados en los mandos medios y bajos de la administración pública, pero no se dice nada de los que ostentan importantes funciones.

La cultura política del país y nadie más, es la responsable de que con todo cambio de gobierno se produzca una barrida de la empleomanía en el sector público, sin importar garantizar niveles mínimos de preparación en quienes entienden que con la victoria de su partido, tienen el derecho a ostentar una posición en el tren gubernamental. El populismo clientelista utilizado por los políticos-candidatos en búsqueda de votos, alimenta la esperanza de quienes llenan los actos proselitistas, acuden a las marchas y caravanas, participan de los mítines, etc. Si no queremos que la partidocracia asalte el sector público cada vez que hay cambios de gobierno, hay que cambiar el rumbo de los partidos políticos del país. Hay que reinventar la política, pero sobretodo, habrá que cambiar la sociedad en su conjunto, porque si bien es cierto que los que menos pueden se entusiasman a participar en política con la esperanza de ocupar un puesto público, no menos cierto es que muchos jorocones invierten en algunos candidatos esperando obtener jugosos beneficios de las arcas del Estado.

La partidocracia es también la deliberada decisión de colocar en posiciones importantes a personas cuyo único mérito es ser amigo o familiar de quien tiene la potestad de nombrarlo en la misma. Es la irresponsable actitud con que se reparten obras millonarias entre conmilitones, en detrimento de profesionales capaces que tienen que soportar ver cómo unos cuantos acaparan lo que debería ser de todos. Es la indiferencia con que son tratadas las acciones que incentivan y toleran la corrupción en perjuicio de necesidades insatisfechas de la colectividad, por el simple hecho de ser realizadas por correligionarios. Es permitir que funcionarios públicos con alto grado de responsabilidad, desatiendan sus labores y se dediquen a la búsqueda incesante de negocios particulares utilizando su posición pública para tales fines. En fin, la partidocracia no es un problema exclusivo de quienes han llegado a la política detrás de un simple empleo para sobrevivir, es mucho más que eso.

Cuando las élites políticas del país decidan abordar un nuevo esquema de hacer política y redefinir la participación de los partidos en la misma, se estarán dando pasos firmes para detener las distorsiones que producen en la función pública la partidocracia. Hay que reorientar la misión de los partidos políticos del país si queremos eliminar la incidencia de la partidocracia en la función pública. No podemos exigir lo que no hemos sido capaces de construir. Si aspiramos a tener partidos de tecnócratas expertos en la conducción de la administración pública, tenemos que esforzarnos en la tarea de forjar mejores organizaciones partidarias, pero sobretodo, atender la capacitación de quienes integran sus principales organismos de dirección, que al fin de cuentas, son los que ocuparán las más importantes posiciones públicas.

La preocupación de los que ven en la partidocracia el elemento responsable del pobre desempeño de la función pública en el país, debe provocar el inicio de los cambios que deben producirse en el sistema de partidos, de tal forma, que pongamos un alto a las distorsiones que en los últimos tiempos han asaltado a las principales fuerzas. Son las élites políticas quienes tienen esa responsabilidad sobre sus hombros, y solo ellas determinarán si seguir con el carnaval político que hoy nos arropa, o si por el contrario, se inicia un nuevo eslabón del quehacer político en la República Dominicana.     

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