Las últimas elecciones han redefinido en nuestro país un sistema de partidos políticos que fortalece y recrea el bipartidismo, sobre la base de dos grandes partidos: el partido del poder, en este caso el PLD en el gobierno; y el PRD como partido de la oposición.
En torno a ellos, especialmente del PLD en esta fase, co-existen pequeñas agrupaciones que más que partidos políticos constituyen expresiones dispersas que integran a grupos de individuos que en gran medida operan como vividores de la política que luchan afanosos por conquistar y recibir alguna prebenda del Estado, para lo cual tienden a asociarse y mutarse con los grandes partidos que ejercen el poder en el gobierno o en la oposición.
Esa función parasitaria desempeñada por los grupos políticos minoritarios, se ha visto fortalecida por las prácticas del clientelismo, fenómeno que ha cobrado mayor vigencia, a medida que los partidos de gobierno (PLD o PRD) han revalorizado los puestos públicos desde una simple regiduría hasta las posiciones congresionales y del funcionariado del Estado en general.
Esta revalorización ha tenido como base la elevación de los sueldos y compensaciones económicas, formales e informales, morales o inmorales, para los incumbentes de los puestos públicos, proceso que ha tenido lugar en los últimos tiempos de manera desordenada y escandalosa, a tal punto que ya en muchos casos los empleos públicos superan el valor económico de los empleos privados. Este proceso de revalorización de la función pública viene estimulando la participación política de quienes, como diría Máx. Weber, han decidido vivir de la política más que vivir para la política.
Por esa razón, aunque la actividad política partidaria está cada vez más desacreditada, son también cada vez más los que buscan en la política y en los partidos abrirse una oportunidad económica para ascender en la escala social y asegurar el porvenir de los suyos y sus relacionados.
En ese contexto los partidos o movimientos pequeños no pueden verse en proceso de desintegración social, sino más bien en continua y profusa atomización movida por una lógica individualista que en la mayoría de los casos busca su incorporación a las prebendas que da el poder, o bien, en muy pocos casos, se busca realizar el sueño eterno de la transformación democrática y civilizatoria de la nación. Estos últimos son los ilusos, llamados antiguamente idealistas, en tanto que la gran mayoría son los típicos oportunistas o exploradores y buscadores de oportunidades públicas con fines privados.
Estos partidos pequeños también funcionan y se prestan para que personas bajo una estrategia personal e individual aspiren a la Presidencia, guiadas por una motivación y una visión puramente subjetiva. Son varios los ejemplos de personalidades que han formado nuevas y pequeñas agrupaciones con ese propósito. Los casos más recientes en las pasadas elecciones fueron Candelier, Eduardo Estrella y Guillermo Moreno. En el caso del Sr. Candelier este último optó por integrarse al mayor partido de la oposición.
Su integración al PRD puede interpretarse como un acto de reconocimiento y de conciencia respecto al papel parasitario que le toca desempeñar a la mayoría de los partidos minoritarios, los cuales por la misma razón de seguro no seguirán el ejemplo de Candelier para mantener su capacidad de negociación, ya que están conscientes de la función que cumplen como ascensores sociales complementarios dentro del sistema político nacional.
Por esa razón ellos permanecerán como minúsculas partículas partidarias luchando y explorando las oportunidades que aparezcan para alcanzar los beneficios que se derivan de la política, y más ahora en tiempos que favorecen el clientelismo y la corrupción en su fase ampliada y generalizada.
El escaso número de votos que alcanzan elección tras elección no significa su tendencia a la desintegración y desaparición, sino que por el contrario expresa su consolidación como estructuras partidarias parasitarias funcionales para los efectos del ascenso socio-económico de quienes optaron por vivir de la política.
Por su propia lógica y motivación, los partidos minoritarios, salvo unos pocos que trabajan como partidos temáticos válidos, tienden a sufrir continuas divisiones y subdivisiones, pero estas fragmentaciones solo sirven para actualizarlos y dinamizarlos, de modo que puedan proseguir cumpliendo su misión de parásitos partidarios funcionales que, además de contribuir con la movilidad social, sirven para entretener los procesos electorales facilitando la multiplicación de los votos legitimando la estabilidad del actual sistema bipolar de partidos.