Los discursos de combate electoral desde algunas tribunas opositoras siguen teniendo preferencia en medio de un delicado impasse fronterizo. Presente la negación, implícita y explícita, a consensuar una posición única en defensa de la República ante un Estado de escaso dominio sobre el vecino territorio en el que turbas armadas han acabado con la vida de centenares de sus compatriotas y grupos están lanzados a privatizar un recurso natural violando normas legales y de protección ambiental que auguran la inutilización del río Masacre en perjuicio de todos. Hasta al admitir que el país es víctima de un cercano desastre político-social de muchos riesgos para su agenda nacional, ciertos liderazgos insisten en mantener en un mismo contexto el grave desafío de procedencia externa a la marcha ordenada del país y una retórica de descalificaciones con énfasis de pronunciamientos dirigidos a afectar imágenes de sus rivales para una contienda que falta por llegar con auto exaltación de pasión partidaria que solo quiere ver como competidores a vencer en urnas a quienes tienen como estatus principal y más atendible en este momento la de regir al Estado bajo juramento de defender constitucionalmente el interés común.
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Preocupa a una diversidad de sectores legítimos que frentes políticos desoigan llamados a unir voluntades. Si el país está en pie demandando diálogo y diplomacia es porque confía en quienes van a representarlo en el marco de una institucionalidad que no debe ser debilitada por unilateralidades.