Partidos podridos y opción que no llega

Partidos podridos y opción que no llega

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
La asfixia y marginamiento electoral que sufrieron los principales rivales a los ganadores para las candidaturas presidenciales de los tradicionales partidos mayoritarios, ha colocado sobre el tapete el clásico pataleo del político dominicano de no querer ser segundo de nadie.

El tirijala interno, en las convenciones de los tres partidos mayoritarios, estuvo caracterizado por el dinero derramado a raudales por los candidatos ganadores, en que algunos sin tapujos ni sonrojarse, lo externaban como una gracia, aparte de ejercer un clientelismo para lograr la nominación de su partido, que le ha dado muchos beneficios en sus lides de dirigente comarcal, a la usanza de los antiguos caudillos, señores de orca y cuchillo y hasta de pernada, que tanto caracterizaron la historia de los agitados años de las primeras décadas del siglo XX.

No hay dudas que hay un desencanto de la población con las ofertas de los partidos mayoritarios para las elecciones del 2008. La desilusión domina el ánimo de la población, por lo que ha significado para esos partidos mayoritarios el haber disfrutado del poder. Todos han dejado detrás de sus administraciones una larga y ancha estela de latrocinios y desmanes impunes, en que el dinero arrebatado a los contribuyentes no ha alcanzado para ser utilizado en proporcionar mejores sistemas de salud, de educación, ni muchos menos garantizar la seguridad ciudadana. No se ha frenado el progresivo deterioro de las obras públicas, a las que los gobiernos de los pasados 40 años nunca le han proporcionado un mantenimiento preventivo adecuado y que supuestamente las autoridades deben asegurar su uso para las facilidades que requiere la ciudadanía, como es el caso de las carreteras, puertos, acueductos, canales de riego, etc.

Es notable la desilusión de la población con sus más populares políticos, los que se ven como los mejores colocados para ser los guías en futuras elecciones. Aún cuando hayan encuestas que señalan el grado de popularidad de cada uno de ellos, no es señal de aceptación sumisa de quienes más inciden en el sentir de la población, la cual ha comprobado en los primeros siete años del siglo XXI que les han engañado, se les ha embaucado pintándoles castillos en el aire de una mejor vida que nunca llega.

El país vive bajo las presiones de una mayor presión tributaria, combustibles cada vez más caros, con argumentos que no asimila ni cree la población y un alza de muchos artículos esenciales, que aún cuando todavía no se ha desatado un perturbador proceso inflacionario, es gracias al freno de las medidas económicas, muy valientes y efectivas, que evitaron el derrumbe del país a raíz de lo ocurrido en la anterior administración del PRD, encabezados por los economistas y políticos que se escudaron bajo la sombrilla de un nefasto PPH.

Aún así, la ciudadanía no contempla deshacerse de sus dirigentes, aspirantes presidenciales de los partidos mayoritarios tradicionales, para darle cabida a una cuarta vía, como ya se ha bautizado la probable conformación de un frente con los derrotados de las convenciones internas de esos partidos. El dominicano o dominicana percibirá cuando vea surgir un hombre o mujer que le amerite confianza y credibilidad. Será en base a sus atributos y capacidades, como ocurriera con el doctor Balaguer en la década del 60, lo que se creyó iba a ofrecer y hacer el doctor Jorge Blanco en la década del 80, y lo que ofertó en la del 90, y se aceptó como un aire refrescante de la política, el doctor Fernández. El ingeniero Mejía cautivó con su verbo arrollador, dicharachero, agreste y humillante para los demás, pero tan admirado por el pueblo que le gusta los cuerderos, que no se imaginaban en mayo del 2000 en lo que se iba a sumergir con los nefastos resultados de un país podrido, una sociedad abrumada por el narcotráfico, una corrupción rampante y desórdenes financieros mayúsculos, que todavía se arrastran como si no existiera una firme voluntad política para encarcelar a quienes desfalcaron bancos y al país, sin pensar que serían castigados, ya que el grado de complicidad se extendía por casi todo el espectro político nacional.

Una vez en Venezuela, con Rafael Caldera, el pueblo se sacudió de los adecos y copeyanos para auparlo al poder, ya que esos partidos, al igual que los locales, arrastraban una secuela muy amplia de latrocinios y reúnen una fauna enrolada en ellos, para hacer de un cargo en la administración pública una fuente de enriquecimiento fácil y sin temores a que la renta los persiga o que se les señale por la dilapidación de recursos, aparte de la incapacidad de desempeñar cargos público, mientras el país se les cae a pedazos mientras ellos disfrutan de sus canonjías. Tarde o temprano eso tendrá un freno en el país, si antes no surge el coronel que se quiera casar con la gloria o el Mesías político consecuente de sus ideales, posiciones y de sus deberes para con la Patria.

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