Hasta ahora, no se conoce una forma de Gobierno que no haya construido un un instrumento político, llámese partido o movimiento, para sostener y/o alargar su base de sustentación. Ha sido así, en los Gobiernos basados en la llamada democracia representativa y sus sistemas electoral y de partidos, como en los surgidos por el impulso de un líder carismático que arrastra detrás de sí un vasto movimiento/sentimiento real o pretendidamente de emancipación. Reconocer este aserto elemental sobre los procesos políticos ayuda a ser eficaz en momentos de coyunturas políticas claves y negarlo, conduce a la absoluta ineficiencia.
Vuelvo a este tema, para puntualizar algunas afirmaciones hechas en mi anterior entrega. Afirmé que a partir de la segunda parte del siglo pasado se inició el declive de los partidos, pero también que en ese mismo período surgieron los nuevos movimientos sociales. Planteé que esos movimientos tienden también a darse una estructura organizativa que los conduce a una lógica de poder piramidal/estático en su interior semejante a la de los partidos que generalmente los lleva a asumir los lastres de aquellos.
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De ahí que por diversas razones/objetivos, hoy se ha recuperado la vieja idea de partido-movimiento. Una de ellas es que se asume que la llamada democracia representativa solo lo es para los funcionarios, cuadros y dirigentes de los partidos o para quienes estos impongan. Por consiguiente, la idea de partido-movimiento asume y critica el carácter poco democrático de la forma tradicional de la representatividad de la democracia representativa, pero no niega el incontrovertible hecho de que todo movimiento que reclama objetivos que por su contenido son de carácter político, para que sea eficiente y eficaz en la búsqueda sus demandas tienen que darse una forma organizativa.
Algunos atribuyen el declive y desaparición de diversas organizaciones de izquierda… también de centro y de derecha, al abandono de su condición de partido-movimiento. Citaría los casos del Partido Comunista Italiano y aquí el entonces PRD. En sus inicios, las de izquierdas tenían ese carácter en tanto movimientos de trabajadores, de pobladores pobres y de la intelectualidad progresistas, pero dejaron de serlo al reducir su política a una participación en unas instituciones cuya representación estaba y está vacía de contenido. Muchas de centro/derecha también tenían como base amplios sectores populares y su cuerpo de intelectuales. Pero se desligaron de sus bases.
Por consiguiente, la recuperación de la idea de partido-movimiento constituye un reconocimiento de que un régimen es realmente democrático sólo si se basa en una representatividad y participación sustancial, no formal.