Parto de la higuereta

Parto de la higuereta

PEDRO GIL ITURBIDES
La higuereta, si finalmente la sembramos y producimos aceite para aprovechar como combustible, nos mostrará las enormes debilidades que tenemos como nación.

 A quien primero escuchamos hablar del potencial de la higuereta fue al teniente Rafael David Carrasco Recio.Transcurrían los meses primeros del año de 1962.

El país sudaba las fiebres del trujillismo y del antitrujillismo.

Rafael David acababa de ganar un premio sobre ladiversificación en la industria azucarera.Quería publicidad para aquél, su éxito inicial.

Agrónomo al servicio del Ejército Nacional, había trabajadoen las tierras que circundan a Hainamosa, y que fueron de Ranfis Trujillo y Porfirio Rubirosa.

En aquellas tierras,nos dijo el día que hizo su visita a La Nación, se hicieronensayos para la introducción de soya, sorgo y mijo.

 Y desconsolado señaló que pese al éxito obtenido, se abandonaron no ya los ensayos, sino el proyecto deadaptación.

Ahora, con el texto de su proyecto cañero,llegaba lleno de sueños.

Fue el día en que nos habló de la higuereta. Ynos compró para este proyecto de siembra en tierras delsuroeste.

También nos habló de la jojoba y de los frutales,temas que logró se hicieran nuestros.

De la jojoba nossedujo el que es arbusto apropiado a suelos pobres, capazde desalinizar áreas afectadas por riego intensivo ydescontrolado.

A lo largo de años hemos hablado sobrevarios de estos cultivos. Pero han tenido que convencernoslos brasileños de que sembremos lo que debimos producir sinconsejos ajenos.

La higuereta es un cultivo introducido por los españoles enlos albores de la colonización. Se hizo silvestre, y suproducción sirve a los productores artesanales del llamado“aceite de higuereta”.

 Su venta está destinada a unlimitado mercado de creyentes en la medicina natural.Nuestros antepasados lo utilizaban en gotas administradasen alguna bebida como el café, para arrancar catarros depecho, unturas para la sinusitis y purgas.

La farmacopea hamejorado su aspecto al refinarlo, y se nos vende como“aceite de ricino”.

Al igual que el aceite de la jojoba, es aprovechable en laindustria cosmética, de pinturas y otras.

Ahora, porque losalemanes lo probaron y los brasileños nos convencen,sabemos que tiene potencial como combustible.Pese a que muchos de nosotros lo pregonamos, losdominicanos ignorábamos su potencial en otras áreas.

Porquela dejadez, la incuria, la negligencia, la incompetencia,nos impiden tomar iniciativas de progreso.

Obedecemosmandatos externos, como si fuésemos muñecos de cuerda,capaces de movernos cuando desde el exterior de nuestromecanismo mueven la llave que nos impulsa.

A menos quelleguen de otras tierras a decirnos que tomemos unainiciativa, nos sentimos impotentes para alzarnos con elprogreso por nosotros mismos.

Por ello decimos que si finalmente sembramos la higuereta para producir el combustible al que llaman biodiesel, nopodremos aplaudirnos.

Lejos de ello, tendremos que sentarnos a examinar por qué teníamos que esperar a que losbrasileños vinieran a decirnos qué hacer con el arbusto dela higuereta.

Es verdad que nunca antes se habló del biodiesel.  Pero se hablaba del aprovechamiento de unarbusto que crece en suelos agostados, en zonas de vida secas, y pudo estar engrosando, aunque fuera con cheles, las reservas internacionales. Su siembra, recolección yaprovechamiento industrial, pudo crear centenares deempleos en subregiones deprimidas.

Pero, ¿cómo hacernos caso a nosotros mismos? ¿Cómo hacercaso a quien sostenga que conviene fomentar cultivos defrutales o vegetales con potencial de exportación? Duranteaños la humilde parcha se enredó en empalizadas y troncos,sin que nadie le hiciese caso.

Tuvieron los brasileños quellamarla fruta de la pasión y descubrirle propiedadessaludables, para que una funda de doce frutas cuestesetenta pesos en el mercado local, y se use para producirjugos en la industria.

Nosotros, en cambio, ignorábamos supresencia, pues crecía como de testable planta silvestre.

Tenemos que revisarnos como nación. Para evitar que la siembra de especies endémicas o introducidas a las quepodemos sacar provecho económico, resulten de partospropiciados por extraños.

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