País Bajo Tierra
Ciempiés de las cuevas

<p data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2006/12/404DE781-22F6-47C3-A0ED-1D3B48615D72.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=283 data-eio-rheight=390><noscript><img
style=

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Más temido que las culebras es el ciempiés de las cuevas. No sabemos todavía si existe alguna diferencia morfológica o alguna característica orgánica que diferencie a los ciempiés que habitan en las cuevas de los que habitan entre el yerbazal y la hojarasca. Pero hasta ahora teníamos al ciempiés (escolopendra, sp) como uno de esos animales que aparecen por las cuevas ocasionalmente.

Ni siquiera nos habíamos referido específicamente al ciempiés como tema central de alguno de nuestros trabajos durante los 15 años que llevamos publicando semanalmente “País Bajo Tierra”, aunque lo habíamos mencionado como uno de esos animales trogloxenos que ocasionalmente nos encontramos en las cavernas.

Pero un caso particular nos ha llevado a mirar este animal más de cerca, principalmente por sus curiosas “manías” en su diario vivir. Ocurrió en una cueva en la que trabajábamos recientemente. Al disponernos a explorar la cueva dejamos sobre una roca todas las cosas que no íbamos a utilizar en su interior: botellas de agua, comida, gafas de sol, la gorra y otros artilugios. Se prefiere andar con el menos peso posible en el interior de una cavidad, aunque sí con todas las posibilidades de luz con que se cuente, comenzando por el casco carburera que nos permite luz y protección, prefiriéndolo incluso a la liviana gorra que utilizamos en el exterior para protegernos del sol.

Al terminar nuestro recorrido en el interior de la cueva en cuestión, la que llamamos Manuel Nina I (hay cinco en el área), optamos lógicamente por deshacernos del casco, que para caminar al sol resulta incómodo, y colocarnos la cómoda y liviana gorra. A los 10 minutos aproximadamente de caminar, sentimos un ligero toque en la parte occipital de la cabeza que pensamos provenía de algún ataque de avispas, abundantes en esa zona.

Me quité la gorra por si alguna avispa había quedado en el interior, pero no había nada, probablemente había intentado picar y volado luego.

Pero la curiosidad del hecho me llevó a quitarme de nuevo la gorra para sacudirme el pelo, no fuera a ser que la avispa me sorprendiera. Esta vez sí se presentó la causa del toque en la cabeza, y entonces entendimos que lo que creímos era un ataque de alguna avispa se trató de un tironcito de pelo. Un ciempiés de unos 17 centímetros decidió abandonar su escondite en mi gorra y mostrarse cuán largo y brillante era.

El animal se había acomodado entre el doblez interior de la visera de la gorra, y como yo la llevaba colocada hacia atrás, cubriéndome la nuca del sol, el tipo aprovechó para tirarse un bocadito de cabello, el que por alguna razón comen cuando lo tienen a mano y la causa el tironcito que había sentido.

Los ciempiés parecen tener una dieta muy variada, pues además de pelos los hemos visto comer frutas y grandes insectos. Pero algo que no sabíamos es que estos fuertes animales se trepan por las paredes de las cuevas para capturar murciélagos, los que sostienen con las patas de la primera mitad (delantera) de su cuerpo, mientras que con las patas de la otra mitad se agarran de la roca. Evidentemente se trata de un animal al que no le importa desperdiciar comida, pues igual abandonan toda una cabeza después de comerle un poco de pelo, que un murciélago después de haberle comido algún trocito de carne.

Aunque está por verse si la escolopendra tiene la habilidad de llevarse el murciélago a su madriguera, o hasta la entrada, porque en las fisuras en que acostumbra a vivir no creo que quepa murciélago alguno, a menos que lo meta en trozos, como las hormigas.

En campo abierto hemos visto ciempiés atacar bejucos verdes, probablemente confundiéndolos con culebras, a las que parece despreciar o simplemente utilizarlas también como recurso alimenticio.

Estos miriápodos (o miriópodos) de hermoso color amarillo quemado y negro, ágiles como pocos en su familia, son temidos al parecer por muchos animales, grandes y pequeños. Es seguramente el temor a su dolorosa picadura lo que le ha creado una bien ganada fama de agresivo y áspero. Su picadura puede causar en seres humanos fiebre, edema e infección. Pero además, cada una de sus patas termina en una uña o púa que igualmente puede inocular veneno. La rápida respuesta del ciempiés cuando se ve en peligro, sea atacando o huyendo, lo convierte en un carajo de cuidado, tomando en cuenta además su habilidad para esconderse entre pliegues, zapatos, ropa, sábanas, etc. El tipo sabe que si hay humanos hay pelos para comer.

Sin embargo, el ciempiés, con todo y su fama de guapo, sucumbe mortalmente ante el animal más idiota del mundo: el pollo, su enemigo número uno, capaz de inutilizarlo con un solo picotazo y del que no dejará ni uno solo de sus anillos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas