País Bajo Tierra
Las subastas del patrimonio de los pueblos

<p>País Bajo Tierra<br/><strong>Las subastas del patrimonio de los pueblos</strong></p>

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Una noticia importante para el ambiente patrimonial de los países económicamente pobres apareció en un diario nacional (e imagino que en todo el mundo) en esta semana: “Una momia del antiguo Egipto sale a puja esta semana en Nueva York en la primera subasta de un cuerpo humano embalsamado desde que en 2003 se fijara en 1,4 millones de dólares el récord de venta pública de ese tipo”.

Para los coleccionistas y buscadores profesionales de piezas de arte prehistórico de todo el mundo esa noticia es “alentadora”, “auspiciadora” y “prometedora”, pues se trata del estímulo, de la legalización de un tipo de  comercio condenado por la propia Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura –UNESCO-, que mantiene un llamado permanente a evitar el tráfico de objetos del patrimonio cultural de los pueblos.

Egipto ha sido uno de los países (y pueblos) más saqueados en su patrimonio histórico y prehistórico. Es un país cuyos descubrimientos arqueológicos han demandado la especialización de una ciencia para el estudio de sus ancestros: la Egiptología, única disciplina aplicada solamente a Egipto debido a la enorme extensión de sus yacimientos, ciudades y tumbas faraónicas.

No obstante su importancia para el mundo, vemos como en Nueva York la Casa Christie’s saca públicamente a subasta un sarcófago con los restos de Neskhons, un sacerdote egipcio de la duodécima primera Dinastía, de 990 años antes de Cristo, junto a otros objetos y joyas antiguas: una estatua romana de bronce de cien años después de Cristo y un camafeo de oro de hace 1,700 años.

La momia a subastarse sale con una base de partida de 1.4 millones de dólares, considerada como un récord en materia de precios para ese tipo de piezas. En tanto, las piezas romanas salen con un precio de 300 mil dólares (la estatua) y 500 mil dólares (el camafeo).

Ahora, ¿no se supone que está condenado el tráfico de objetos patrimoniales culturales? O es que a los Estados Unidos, por carecer de un pasado histórico tan importante como el egipcio, el romano, el peruano, el colombiano, el dominicano, el cubano o el costarricense, se le permite traficar públicamente con éstos?

Miles de objetos del patrimonio cultural dominicano han pasado por esas casas de subastas de los Estados Unidos y de otras casas en Europa. Y el gran problema es que son esas noticias y esa permisividad las que estimulan el tráfico, principalmente en países como el nuestro. Porque, ¿qué campesino o citadino que se encuentre con un artefacto de hace 500 o mil años, viendo la posibilidad de venderlo en dólares va a entregarlo al Museo o a alguna institución relacionada con nuestras antigüedades?

Y peor cuando hasta algunas de nuestras autoridades –por lo menos las pasadas- han estado ligadas a ese tráfico ilícito, al que están vinculadas también “personalidades” de nuestro mundo social “anticuario” y coleccionista.

Yo mismo debí impedir una vez un robo de piezas del Parque Nacional del Este al que estaban vinculados gente “de las alturas”, y en un alijo de unas cuatro o cinco piezas importantes que por suerte fueron adquiridas por una persona preocupada por este problema y devueltas al Museo del Hombre Dominicano. Pero el problema no ha sido solucionado, porque la gran dificultad es la combinación entre pobreza extrema, falta de educación, corrupción extrema y desconocimiento del manejo del problema de parte de la gente responsable de enfrentarlo.

Nuestras cuevas han sido tremendamente agredidas en busca de objetos aborígenes, estimulado ese saqueo por ese tipo de difusión sobre subastas, ventas y miles de dólares de por medio, pensando nuestra gente que algunos de esos miles de dólares les llegará, soñando algunos de los saqueadores con vincularse alguna vez a esa cadena mafiosa del tráfico de piezas. Y hasta supuestos investigadores actuales, expertos manipuladores de la información, se han subido al tren del tráfico de piezas pensando en escalar hasta la Christie’s y sus millonarias subastas.

En definitiva, no basta con ostentar pesados nombres de organizaciones, ocupar posiciones pagadas, codearse con representantes de organismos internacionales y enarbolar principios si no existe una verdadera disposición oficial, política para salvaguardar nuestra herencia cultural.

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