País Bajo Tierra
Una cuestión de cuevas y moños

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POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
A propósito de la oferta del gobierno, a través de la Oficina de Desarrollo de la Comunidad, de que para las festividades de Navidad y Año Nuevo las mujeres feas sean embellecidas mediante un peinado que estaría cubierto con fondos gubernamentales, pudiera uno plantearse algunas interrogantes sobre la funcionalidad de semejantes “proyectos”.

Interrogantes como que si no era más entendible que eso lo hiciera la Secretaría de Estado de la Mujer; o que los repartimientos de cajas y canastas fueran canalizados a través de las organizaciones de caridad y las iglesias… Porque teníamos entendido que la Oficina de Desarrollo de la Comunidad estaba supuesta a ser una institución con proyectos para mejorar la calidad de vida de las comunidades, no para desrizar cabellos, rizar otros, peinar despeinadas y promover la belleza fatua.

Pero el tema me ha recordado algunas expresiones pictóricas de nuestros indios en las cuevas, donde aparecen personas –quizás mujeres- con arreglos en la cabeza que parecieran peinados.

Aunque sabemos en muchos casos se trataba de tocados, no se puede decir que las mujeres y hombres aborígenes definitivamente no manejaban su pelo para determinados propósitos. Por lo menos los hombres se los recortaban, y ya eso es una forma de manejo.

En algunos casos hemos encontrado pictografías de personas con los pelos totalmente parados, de punta, lo que se ha sugerido luego es que se trata de plumas o algún tipo de tocado.

En otros casos nos hemos encontrado con abultamientos sobre la cabeza, algunos mostrando líneas, que bien pudieran estar representando gajos de pelo, amarres de los mismos, quizás con algún propósito ceremonial, curativo o simplemente decorativo, como adorno corporal. Algunos grupos aborígenes, como los Colorados, en Ecuador, se apelmazan el pelo con barro rojo, arcilla. Por eso les dicen “colorados”. Es posible que otros grupos recurrieran también a algunas costumbres para trabajarse el pelo con propósitos similares.

En las manifestaciones rupestres de nuestras cuevas hemos encontrado una interesante variedad en cuestiones de manejo del pelo. Incluso, hasta con cierta irreverencia, nos hemos referido (sin publicar) a algunas pictografías como “la loca de los rolos”, “el arrebatao de la Cueva 1”, “el tiguerito del afro” y calificativos similares.

Aunque por desconocimiento se ha vinculado casi todo lo que aparece en las cuevas en materia de pinturas y grabados a lo ceremonial, está la posibilidad de que muchas de estas pinturas hayan tenido otras motivaciones, como ocurre con aquellas pictografías que encontramos en la conexión entre las cuevas “del Puente”  y “la Cigua”, que de hecho no eran para nada ceremoniales, sino esencialmente funcionales, para guiar de una cueva a otra. Cosa que comprobamos luego en otras cuevas del sistema de El Pomier.

En una cueva del largo conjunto que está en el Farallón Sur, específicamente en una de las cuevas de la Avenida Cayetano Germosén, se encuentra un petroglifo con lo que parece ser un “turbante”. Pero sabemos que nuestros aborígenes no usaban prendas como esas, por lo que puede tratarse de una manejo del pelo recurriendo a algunos otros elementos.

Sobre este tema del pelo se tiene la información de que los indios Caribe recurrían a atárselo en forma de cola, diferente a los Taínos, que se lo recortaban, probablemente utilizando algún tipo de cuchilla de pedernal, o apoyando los cabellos sobre otra roca para cortarlos, fueran con la cuchilla de pedernal o con otra piedra para cortar por machacado.

En todo caso, volviendo al principio, dudo que para determinadas ocasiones –como para las celebraciones indígenas multitudinarias en las Cuevas del Pomier, donde venían indios hasta de otras islas – los caciques dispusieran cubrir el arreglo del pelo a los que quisieran embellecerlo. Nuestros caciques indígenas se ocupaban en cuestiones más importantes, como abastecer suficientemente a sus familias de pescado, frutas y casabe; tomar medidas cuando era época de huracanes; educar a los niños y jóvenes en cuanto al uso de los recursos de que disponían; aprender cada vez más sobre el trabajo de la madera, el hueso, la concha y la piedra… en fin, educarse.

Lo de los cabellos parece más que lo dejaron para las culturas subsiguientes que pensarían más en la belleza corporal que en la alimentación, la cultura y la salud.

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