Cuando Roberto Rosario, presidente de la Junta Central Electoral (JCE), explicaba los pormenores del voto en el exterior y de los viajes que realiza para llevar a término ese proyecto -en mayo de 2012- una chica ácida le preguntó si viajaba en primera clase o en económica.
El interés de la periodista era saber si había cierta coherencia entre las dificultades financieras de la JCE, que habitualmente pregona Rosario, y el lógico sentido de la austeridad.
Pero oh, sorpresa, el magistrado viaja en asientos de primera clase, aunque aclaró que cuando lo hace en diligencias personales lo paga con su propio peculio.
La respuesta no agradó, pero mucho menos la explicación final: lo hago en primera clase para dignificar el cargo de presidente de la JCE.
Centralismo informativo. Varios periodistas aprovecharon el escenario para reclamarle a Rosario las dificultades que enfrentan para conseguir información en la JCE.
Alegan que ningún director facilita datos, de la índole que sea, si no es con la venia del presidente del organismo electoral.
Rosario, sorprendido por los reclamos, negó las versiones y defendió el rol que juegan sus subalternos cuando les solicitan datos.
Negó, insistentemente, que en su gestión la JCE sea una especie de cortina de hierro o de muro de Berlín.
Para ayudarlo, Mariano Matos, director de Registro, reveló que hubo de pedir su permiso para informar sobre la cedulación de extranjeros, datos solicitados por una periodista de Hoy.
Las claves
1. En JCE hay apertura
Rosario, bombardeado por los reclamos de periodistas que no se sienten satisfechos con su gestión en materia informativa, dijo que en la JCE hay apertura, que él y sus subalternos son accesibles y tienen las puertas abiertas.
2. Un poco molesto
Dos cosas molestaron a Rosario: los cuestionamientos a sus viajes en primera clase y al centralismo informativo de la JCE.