Pasajes de la Independencia dominicana (y III)

Pasajes de la Independencia dominicana (y III)

Independientemente de la trayectoria y la experiencia militar y política de Juan Pedro Boyer, la crisis económica y la presencia de fenómenos naturales, como huracanes y terremotos, le generaban cada vez mayores dificultades a su administración. Nacido mulato libre en Puerto Príncipe, Boyer se había educado en Francia y se forjó en las artes de la guerra y el ejercicio político al lado de Toussaint L’Ouverture. Después tomó parte en la insurrección de André Riagaud contra Toussaint.

En su dilatada vida de militar y dirigente político tuvo etapas de confusiones e inestabilidad: regresó a Saint Domingue en 1802, con las tropas napoleónicas comandadas por Víctor Enmanuel Leclerc, y luego se sumó a los patriotas haitianos que dirigía Alexander Petión.

Las derrotas electorales que Boyer sufrió en el último tiempo de su gobierno, eran el fruto del vacío social y político en que se sumía la isla; incluso, llegó a cometer acciones verdaderamente escandalosas: entre las disposiciones tomadas por el Congreso Nacional en 1840 figura la que facultaba a su hija a administrar omnímodamente sus propiedades sin la autorización ni el consentimiento de su esposo, medida aplicada por la Cámara a raíz de que ella se casara con un hombre de modestos recursos económicos.

De suerte que el gobierno, en vez de ser utilizado para resolver asuntos de Estado, se dedicaba, también, a buscar soluciones a problemas personales de la familia del presidente de la República; obviamente, no se contaba con una clase gobernante que tuviera ideas claras de las funciones que está llamado a cumplir el Estado.

Al resquebrajamiento de los aparatos institucionales se sumó el hecho de que en 1841 hubo una gran introducción de moneda falsa al territorio haitiano, lo que habría de crear serios problemas a la economía del país.

Hacia 1842 la situación económica se agravaría a raíz del gran terremoto del 7 de marzo de ese año, catástrofe que se extendió de un extremo a otro de la isla y destruyó Santiago, La Vega, Cabo Haitiano y otras ciudades. En los dos últimos lugares mencionados no sólo perecieron más de 700 personas, sino que, además, esas poblaciones fueron víctimas del pillaje mientras la tierra se removía, lo que da una idea del nivel en que se manifestaban las contradicciones sociales a causa del estado de miseria en que vivían las grandes mayorías.

La más efectiva propaganda de los independentistas contra Boyer era la situación de crisis en que vivía la isla, lo que vino a hacer posible que “el espíritu de sublevación -según Benjamín Sumner Welles- fue fomentado por el sacerdote en el confesionario, por el maestro de la escuela clandestina, y hasta en las funciones teatrales de aficionados”.

Al entender Juan Pablo Duarte que las preocupaciones y las luchas de los reformistas haitianos y de los trinitarios respondían a los mismos intereses, envió a Haití a Juan Nepomuceno Ravelo para que llegara a un acuerdo con el grupo de la oposición antiboyerista de la parte de habla francesa; al fracasar esas gestiones, encomendó entonces la misión a Ramón Matías Mella, quien logró importante concertación con los reformistas.

La pequeña burguesía de cada uno de nuestros territorios se unían para combatir el régimen de Boyer. La conspiración de La Reforma se inició el 17 de enero, en el sector Praslin, que era el nombre de una finca de Charles Herard, localizada en Los Cayos, Haití.

José Gabriel García cita en su Compendio de la Historia de Santo Domingo, un documento de la época, aunque sin señalar la fuente, en el que decía que “los reformistas comprendieron la importancia que tendría un alzamiento general del país, para derribar el arraigado poder de Boyer, y convinieron con el comisionado dominicano en ponerlo en relaciones íntimas con los amigos que tenía en la parte española, y en los beneficios que ésta debía obtener por su cooperación en la obra revolucionaria”.

Sin embargo, las capas sociales mencionadas se mantendrían unidas sólo hasta la caída de Boyer, el 31 de marzo de 1843, ya que una vez en el poder, Herard violó los acuerdos a que había llegado con los trinitarios y los persiguió tenazmente, hasta el punto de que Duarte y otros trinitarios se vieron obligados a salir del país mientras los demás tuvieron que continuar desarrollando la lucha en la clandestinidad.

 

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