¿Pasan factura?

¿Pasan factura?

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
En el mortuorio de mi madre, abril de 1981, el entonces precandidato a la Presidencia de la República, doctor Salvador Jorge Blanco me comentó:
–Gautreaux, la política de ahora es muy diferente a la de nuestros tiempos.
Ahora para toda actividad hay que buscar mucho dinero, incluyendo dietas para quienes gritan consignas desde vehículos o en los mítines.

De entonces acá, la política se ha convertido en un negocio cuya práctica tiene dificultades insalvables,en los más de los casos, para personas y posibles candidatos con el perfil del ciudadano sano, decente, respetuoso de la herencia patriótica, conocedor de la sociedad, profesionalmente capaz, con levantado espíritu de servicio, presto a participar en la primera línea, cuando el país lo necesita.

Ello tiene que cambiar porque, de inicio, hay un caldo de cultivo para la corrupción alimentado por los que tienen dinero y practicada por quienes son víctimas de ambiciones desmedidas.

Empresarios poderosos entregan sumas que van desde pequeñas, como de consolación, hasta cuasi financiar partidos y candidatos de todos los grupos, para estar cubiertos ante las eventualidades de la decisión del voto popular.

Esos empresarios y sus favorecidos, mantienen una relación de compromiso con obligaciones de los candidatos ganadores ante sus patrocinadores: el dinero de campaña es el cordón umbilical.

Algunos contribuyen con ventorrillos políticos, que nunca lograrán elegir un regidor. Con esos aportes se vacunan para que los miembros de esas minúsculas parcelas sepan que no pueden atacar los bienes de su benefactor.

Es una especie de impuesto a los perdedores de siempre, que ganan de ese modo para mantener sus bulliciosas parcelas cuyos gritos y acciones hacen creer que se trata de multitudes.

La actual organización de las elecciones se presta a toda suerte de trampas económicas, sin desmedro de las trampas políticas que asoman cada vez que hay comicios.

En un seminario celebrado este mes en Santo Domingo, se ofrecieron cifras que asustan a cualquier mortal: se invierten unos 50 millones de pesos en la búsqueda de la Sindicatura del Distrito Nacional desde que una persona presenta su precandidatura hasta el día de las elecciones.

No tengo el dato de cuánto dinero se invierte en lograr una candidatura a diputado, a senador, a regidor, pero en todos los casos hay que gastar millones de pesos.

Si se suma el sueldo, gastos de vehículos, gastos de representación de cualquier funcionario electo y se compara con lo invertido para lograr la posición, hay una diferencia tal que ofrece una amplia oportunidad para cualquier tipo de especulación.

Es necesario pensar en un nuevo sistema de elección de los candidatos para que éstos no tengan compromisos económicos con comerciantes e industriales, con financistas y banqueros, a los cuales tengan que responder con canonjías y ventajas de todo tipo, de resultar elegidos. Además ¿cómo recupera el candidato ganador, el dinero que ha gastado en la campaña, si el sueldo de los cuatros años no representa ni el 20 por ciento de lo invertido?

Esa fuente de corrupción merece ser bien estudiada y corregida.

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