Quisiéramos no tener el presentimiento de que el pueblo metió nuevamente la pata eligiendo a farsantes o simuladores graduados en la universidad nacional de la hipocresía, con un postgrado impartido por los gobernantes salientes.
Lamentablemente, se trata de una repetición de conductas porque a los partidos o grupos entrantes no les importa un carajo lo que diga, piense o sienta la ciudadanía y se reciclan frases, adagios y refranes para acallar la indignación colectiva, como está ocurriendo con el tema del “barrilito” donde unos lo están bendiciendo y otros lo están satanizando; por ejemplo son famosas las frases “no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar”, “una cosa es con guitarra y otra cosa es con violín”, “yo no tengo que ser el más pendejo comportándome como honesto si los demás lo cogen”, etcétera.
Pero donde se ha puesto de manifiesto una elegante modalidad de burla al debilitado “soberano” pueblo, es con el subterfugio de llamar al barrilito como “asignación para instalar u organizar oficinas de asesores legislativos o técnicos consejeros” que faciliten la voluminosa y extenuante actividad de los legisladores y sería un personal seleccionado o recomendado por los incumbentes, tratándose realmente de nuevas botellas para llenarlas con el monto dedicado a los barriliteros que así enmascararían su folklórica prebenda extraída del dinero público.
Recientemente, tuve la oportunidad de ver a la senadora Faride Raful explicando este nuevo mecanismo y fue notorio que se quiso pasar de lista, sabia o inteligente, cayendo en la ridiculez de actuar como una tonta que se cree sus propias mentiras y recordé el refrán: “Si te pasas de sabio terminas actuando como bruto”.