Pasar del dato a la respuesta

Pasar del dato a la respuesta

Diversos estudios dan cuenta de que como sociedad, vamos en caída libre hacia el despeñadero. Algunas conquistas democráticas en términos de representación y  de participación se han vaciado de contenido y esto está provocando un estado de desintegración social que dificulta toda posibilidad de una subjetividad política que haga posible detener esa caída, por lo cual urge una respuesta política a esta circunstancia. Las fechas electorales del 2016 constituyen una oportunidad para construir esa respuesta.

Uno de los elementos más importante de esas fechas es que las elecciones presidenciales se celebrarán el tercer domingo de febrero y las municipales y congresuales el tercer domingo de mayo. Tres meses separan la una de la otra. Eso significa que la escogencia de los candidatos a esos comicios, además de sus respectivas campañas, se haría prácticamente simultáneamente. Los resultados de las primeras podrían tener un determinante impacto en el desenlace de la segunda.

La casi directa relación entre esos  resultados, determina que la escogencia de los candidatos al Congreso y los municipios se haga teniendo en cuenta que sus respectivos perfiles potencien las posibilidades del candidato a la presidencia. Eso implica una labor de ingeniería política de parte de este último, cuyo andamiaje no depende sólo de él, sino también de las fuerzas políticas  y/o candidatos a ocupar puestos en las referidas instituciones del Estado, produciéndose de ese modo un tipo de relacionamiento político que implica posibilidades de alianzas hasta el momento inéditas en nuestro sistema político.

Esa circunstancia deberá influir significativamente en las alianzas entre diversas  organizaciones  y entre las diferentes facciones de los paridos mayoritarios. De ahí la importancia del desenlace del conocimiento de la Ley de Partidos, de cuya posposición todos ellos son responsables. En caso de las fuerzas independientes y/o proclamadas alternativas, la coyuntura del 2016 les obliga a encontrar la manera de cómo incidir en esa particular coyuntura, que por ser tal, podría ser una óptima oportunidad para tener presencia significativa en los lugares donde se toman las decisiones políticas que realmente inciden en el sistema.

La coincidencia de esas fechas electorales es crucial, porque ante la inexistencia de contrapoderes, la presencia en el Congreso y en los municipios de elegidos  con perfiles negadores de los que poseen la mayoría de quienes actualmente controlan estas instituciones, constituye la única vía de desmontar la estructura del poder político/mafioso entronizado en este este país. Un presidente de la República, por mejores intenciones que tenga, no podrá introducir cambios sustantivos con congresistas y autoridades municipales de pobre formación y proclives a la corrupción.

Por tal motivo, con el debido sentido de la realidad, cualquier alianza que se quiera hacer desde una perspectiva de carácter verdaderamente progresista debe pensarse para producir un cambio radical en la composición de TODOS los poderes del Estado, integrando en ellos a gente de  incuestionable trayectoria de honestidad personal, laboral y profesional.

Conocemos los datos que nos sitúan a nivel mundial en los peores indicadores de la calidad de vida y no transparencia en la administración pública, falta organizar una respuesta política viable a la realidad dibujada en esos datos. La coyuntura del 2016 constituye una oportunidad.

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