La pasión de los dominicanos por Carlos Gardel sobrepasó el escuchar insistentemente su música, ver repetidas veces sus películas, coleccionar y exhibir sus fotos, erigirle bustos y reunirse en grupos identificados como gardelianos a oír y comentar sus tangos, su voz, su vida. También solicitaron que una calle de Santo Domingo llevara el nombre del “zorzal criollo”, y fueron complacidos, pero hay más vías en honor al cantautor que son producto de la admiración popular.
Sus seguidores capitaleños, encabezados por Julio Tonos, se reunían en la tienda de discos de su propiedad, en El Conde, a “gardeliar”. Acudían, entre otros “gardelófilos”, Luis Alfau, Felo Haza del Castillo y su hijo Rolando, Mario Álvarez Dugan (Cuchito), Salvador Pérez Martínez, Homero León Díaz, Salomón Seguié…
Ofrecían misas en el aniversario de su muerte y encendían velones frente a retratos del galán.
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La insólita devoción se extendía al país. En Santiago, por ejemplo, los gardelianos se reunían en el “El Morocho”, encabezados por Norberto Beato. En las calles de aquella ciudad era común encontrarse con Nube Fadul deleitando a vecinos y viandantes con su voz gardeliana interpretando Volver, Por una cabeza, Caminito, Amores de estudiantes, Cuesta abajo, El día que me quieras… Se las sabía todas y ofrecía a Santiago ese espectáculo gratuito.
Con dominicanos
Gardel filmó películas en las que participaron dos actores dominicanos que también fueron sus amigos: los mellizos Amado y Rafael Hernández, exiliados antitrujillistas que se unieron a “El mago” en Chicago. Se les escogió porque eran muy bien parecidos. Trabajaron en el filme “Tango bar”, donde actuaron como policías que capturaron a Gardel por supuesto robo de una prenda, y en “El día que me quieras”. Eran prácticamente decanos del exilio. El dictador mandó a asesinar a su hermano apodado “Pipí”, en Cuba. Cuando las películas se exhibieron en República Dominicana cortaron las escenas donde ellos aparecían.
A la caída del trujillato los Hernández regresaron y eran abordados por gardelianos ansiosos de conocer las experiencias de estos con “Carlitos”.
“No era dado a las bebidas ni a buscar mujeres. Era austero y en sus últimos años ya estaba en plan de economizar dinero”.
Expresaba Gardel que quería trabajar para poder “darle una situación a mi viejita y disfrutar con cuatro amigos el trabajo de 30 años”.
Les confesó tener cuatro años más de los que declaraba y les pidió no contarlo.
Nunca quiso visitar Santo Domingo porque en un encuentro con José Mojica en Puerto Rico, este le contó un incidente con Petán Trujillo. Estaba afónico y el hermano del tirano le puso un revólver en el pecho y lo obligó a cantar. “Tuvo miedo de venir”, contaron los mellizos, quienes también vivieron en Argentina.
“Pobreza extrema”
Puede que naciera en Toulouse, Francia, como Charles Romuald Gardes, o en Uruguay o Argentina como Carlos Gardel, el 11 de diciembre de 1890 o el 11 de diciembre de 1887. Adquirió la nacionalidad argentina en 1923. Se afirma que su madre fue Marie Berthe Gardes o Berta Gardés, castellanizado.
Estudió en el Colegio Salesiano Pío IX, de Buenos Aires. Se ha escrito que fue abandonado por su padre y que vivió en habitaciones que compartía con Berta.
La idolatría hacia el cantante se mantiene en numerosos países. En Argentina se venden sus fotos, libros en torno a su vida, camisetas con su efigie y se bailan sus tangos con los turistas. Internet está repleta de biografías de Gardel quien, durante su infancia vivió en la extrema pobreza.
Murió en un accidente aéreo el 24 de junio de 1935, en Medellín, Colombia.
Las calles
Hay calles Carlos Gardel en Villa Marina, en Herrera y en otros barrios, y un busto del artista en la avenida George Washington.