Pasión por la ley para no aplicarla

Pasión por la ley  para no aplicarla

Es un empeño que tiene su lado bueno: crear leyes, las que efectivamente deben regir a las sociedades. Desafortunadamente , uno de los males mayores de República Dominicana es la falta de voluntad para acogerse a su infraestructura legal. Las tenemos para todo y se idean una y otra vez para luego, en muchos casos pisotearlas. Las dudas sobre el Código Procesal Penal ilustran sobre la ambivalencia en torno a él. Que si la lucha contra el delito fracasa por su contenido o por su mala aplicación. Se pide a gritos un Pacto Fiscal para de inmediato admitir que la ineficiencia recaudadora se debe mucho a la evasión. Es decir: a un vicioso incumplimiento de leyes tributarias y a las múltiples excepciones que las convierten en letras muertas.
El país fue dotado en el 2010 de la Constitución más explicita de su historia ¿Y qué ha pasado después? No se han dado los pasos que son imprescindibles para establecer legislaciones que permitan su aplicación plena. Se clama ahora por leyes nuevas para regir a la República en lo electoral y en lo partidario, pero la Junta Central Electoral, con predominio de su presidente, se negó a cumplir los mandatos constitucionales que le hubieran dado fundamento legal para impedir las inequidades que caracterizaron a las pasadas elecciones con un oficialismo apabullando a todos los demás. Por algo, de viejo se decía que en este país las leyes, en la realidad, solo sirven para aplicárselas al enemigo.

La fragilidad de un sistema

El retorno de los apagones prolongados -que a lo mejor se deben a una jugada para comprar menos electricidad a los generadores- expresa nuevamente la fragilidad del servicio energético más subsidiado del mundo y que más determina que la República Domicana sea poco competitiva al no corregirse con responsabilidad y coraje los elevados costos de intermediación.
En los últimos años el “buque insignia” de las distribuidoras (de cuya razón de ser dudan algunos especialistas) ha sido su programa de “24 horas” sin interrupciones para los circuitos de buenos pagadores. En estos días esa supuesta garantía de permanencia se ha hecho añicos, siendo lo más probable que el desplome se deba, en parte al menos, a la morosidad de un Gobierno que a veces llega al colmo, al subsidiar, de no pagarse a sí mismo, a sus propias Edes.

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