Pasión por las ideas

Pasión por las ideas

Algunos autores penetran tan fuertemente en el espíritu del individuo que pasan a formar parte de los nervios y las entrañas, más allá de la erudición. Se vuelven parte integral de uno mismo. Sus ideas resuenan, martillan, conviven con el potencial vital de un lector individual, de toda una generación o incluso de una nación. No suelen ser autores de guión, malabaristas de la palabra o mercenarios del pensamiento; al contrario, son de quienes su primer enfrentamiento es con ellos mismos. Valientes en sus alcances, capaces de reescribir sus ideas, enfrentar a sus coetáneos y asombrarse de la realidad sin morir en el intento, pero arriesgando la vida en cada razonamiento. Son autores íntegros, apasionados, sin miedo a las contradicciones, pero comprometidos con la coherencia. De esa estirpe es Octavio Paz.
Esencialmente un poeta, entrenado en ver con asombro lo que otros ven con aburrida cotidianidad. Pudo, desde los versos hasta el ensayo, ser el mejor cronista de habla hispana de su mundo. No hubo un tema que no abordara con especial ingenio. Desde el feminismo, al cual atribuyó el fracaso de no haber podido feminizar la sociedad, hasta la estética. Octavio Paz abarcó con pasión crítica un enorme registro de conceptos y temas diversos, invitando al pensamiento, especialmente latinoamericano.
El siglo XX, del cual fue protagonista y observador, estuvo plagado de ismos: socialismos, capitalismo, feminismos, etc. Un siglo que empezó con grandes revoluciones como la mexicana (1910) o la rusa (1917), y que terminó formalmente con el augurio de un choque de civilizaciones el 11 de septiembre del 2001. Fue un siglo en el que terminó una historia para que renaciera una nueva, con otras tintas y otras estéticas. Un siglo XX que parió directamente el que nos toca vivir ahora, y que exige más que nunca la necesidad de tener un verdadero espíritu crítico.
La decadencia de las humanidades y la decadencia del amor son la decadencia misma de la noción de persona, y así lo advirtió con tono casi profético Octavio Paz. Admirador del mayo de 1968; miró, sin el susto que sufrió Ratzinger en París, que lo ocurrido era una exaltación al culto de la personalidad, y no tanto una revolución como las que marcaron el inicio del siglo XX. Se suma a los pensadores que advirtieron la crisis de la modernidad. Y de los que con más tino habló al conglomerado latinoamericano advirtiendo de los peligros de los autoritarismos… y de la imperdonable vocación de creer que los gestos pueden sustituir los actos.
Este año lo inicio así, con pasión por las ideas, ocho años después de la primera gran crisis económica (todavía faltan unas cuantas más); y no sólo por rendir homenaje al gran poeta y pensador, Octavio Paz, sino por tenerlo como referente en un mundo que a veces amenaza con cometer los mismos errores que llevaron a la humanidad al borde del abismo, y por tener el candor de creer que con un pensamiento crítico quizá podamos tratar de evitarlo.

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