República Dominicana no ha superado al rebrotante virus de la covid-19 y aunque dinamiza su economía, recibe golpes de la globalización en altos costos de productos terminados, materias primas y transporte marítimo.
Es lógica la caída de rentabilidad de sectores que no se benefician de gruesas y privilegiadas exenciones, mientras otros, incluyendo a los consumidores, son los que nutren la arcas nacionales.Es tiempo de superar desequilibrios.
El país, además, tiene que revisarse en busca de eficiencia. A pesar de sus déficits presupuestales y mejores recaudaciones, incumple inversiones programadas aunque a diario se imprime rimbombancia a la inauguración y emprendimiento de obras, siendo más lo que falta hacer que lo logrado.
Se cuestiona la racionalidad, pues tras una oleada de despidos que multiplicó el pago de prestaciones a exservidores, el Estado sigue atrapado en gastos corrientes y en personal supernumerario. La mega burocracia estatal es irreductible bajo la presión por empleos de los allegados al régimen que amenazan convertirse en enemigos.
La brecha salarial entre altas instancias estatales, autónomas y descentralizadas, y los empleados marginados, es del cielo a la tierra. Ocurre igual con la expedición de gruesas pensiones con cargo al fisco para una minoría de personajes que de solo pasar brevemente por alguna función pública se garantizan billeteras bien nutridas por el resto de sus vidas. Cuánta tela por donde cortar.
Nunca deben los bomberos irse del fuego si no ha sido apagado
Si persisten los desequilibrios, no habría espacio para reformas
¿Por qué si trabajaron poco reciben mayores pensiones?