¿Quiere decir que los defensores universales de los derechos humanos ahora son torturadores? ¿Lo vieron? ¿Observaron la manifestación extrema del ceremonial de mefistoles en tierra lejana?

¿Observaron ustedes al inmaculado imperio dar riendas sueltas a sus sed de sadismo?

¡OH ironía de la vida¡

¿No son los norteamericanos los guardianes de la justicia?

Desde niño me habían hecho creer, a través de proyecciones cinematográficas que nuestros vecinos del norte representaban a la Diosa Temis y que los demás eran príncipes de la averno a quienes había que destruir.

Destruir ciudades enteras, matar mujeres y niños con bombardeos indiscriminados, parece que ya no es suficiente en esta danza macabra.

Disfrutar mientras los demás sufren tiene un nombre. Uno piensa a veces que la era de la tinieblas había quedado atrás, pero al parecer a los soldados enviados a Irak se le alimentó el cerebro, antes de partir a su intrusa misión, con el brutal filme de Mel Gibson.

Y los sufrimientos del mártir del Gólgota han sido transportados en un viaje milenario a la pieles musulmanes.

¿O creen ustedes que la sádica obra de los torturadores de Irak es un hecho aislado?

No, señor. Todo es producto de una legendaria mentalidad cavernaria, que está presente en los recuerdos desde aquellos días de la guerra de la Secesión cuando un fanático cruel envió una oreja de un negro, envuelta en un papel de regalo, a una escritora Harriet Beecher Stowe, autora de «La Cabaña del Tío Tom».

Es la misma mentalidad cavernaria que entrenó a los más sanguinarios dictadores de África y latinoamérica, como aquel perverso dictador Augusto Pinochet, en Chile, como el traidor y asesino Mobutu Sese Seko, que apagó la luz del más brillante intelectual que parió la República del Congo, el insigne de patriota patricio Lumumba.

No pueden venir los norteamericanos a dar lecciones de derechos humanos a nuestra Policía Nacional, porque están «cogío» y porque están cogido es que hay que gritarles ¿¡Aja¡