Pastores en apuros

Pastores en apuros

Lamento el desenlace del intento de sacar niños haitianos desde Haití hacia Estados Unidos de Norteamérica. La acusación contra los pastores bautistas y sus familiares es excesiva. Aunque se ajuste a las pautas del derecho criminal, vigente en Haití, por entenderse que se incurrió en un acto punible, reputable como crimen. Existen, sin embargo, circunstancias atenuantes.

La tendencia de cuantos han contemplado lo acontecido en Puerto Príncipe y otras localidades haitianas, es la de sentir conmiseración por los damnificados. La pérdida de vidas se ha establecido, hasta ahora, en alrededor de doscientas doce mil personas. Los daños materiales son inconmensurables. ¿Cómo ignorar la suerte de los otros miles de sobrevivientes que emergieron de las ruinas de todas las edificaciones derrumbadas? Es posible pensar en un excesivo sentimiento de pesadumbre ante lo acontecido. Esta inclinación samaritana, sin embargo, es enaltecedora, exaltable y legítima.

Por supuesto, la ley es la ley. Una conducta compasiva no invalida los procedimientos de adopción que debieron agotarse. Porque tal cual se encaminó el agrupamiento de los infantes, se pasaron por alto disposiciones legales. Contra los misioneros puede esgrimirse, debido a ello, de manera adicional, la precipitación. Una urgencia que explotada por sus acusadores podría lindar con el aprovechamiento del caos reinante.

Mas puede recurrirse a estrategias adicionales, reservadas en el espíritu de los códigos franceses a la íntima convicción de los jueces. Aquellos a quienes corresponda conocer de la acusación contra el grupo cuestionarán aspectos que tal vez no se diluciden en una indagatoria inicial. ¿Quiénes son los acusados? ¿Pueden ser acusados de tráfico de menores en virtud de algún antecedente individual o grupal? ¿Qué género de vida llevan en la comunidad religiosa en la que profesan su fe? ¿Fueron incitados por inclinaciones poco nobles o los empujó un real sentido de dolor ante el dolor ajeno?

Y de las respuestas que a estas y otras interrogantes se ofrezcan los jueces, dependerá que el apuro de esos misioneros bautistas se torne una brizna de paja en el viento. O crezca como una terrible tormenta tropical.

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