Pataleo moral

Pataleo moral

Tras haber conocido el desenlace de las primarias de su partido celebradas en el 2008 para elegir el candidato a la Presidencia de la República, Danilo Medina expresó que le había derrotado el Estado.

La frase estaba dirigida a revelar que Leonel Fernández había logrado imponerse en aquella contienda mediante la utilización ilegítima y abusiva de los fondos públicos que administraba en su condición de Presidente.

En ocasión de las actuales elecciones presidenciales no voy a parafrasear esa lacrimosa queja provocada por la consustancialidad  de Leonel Fernández con su proceder electoral invariablemente indecoroso, para dolerme de la pérdida de Hipólito Mejía, sino para subrayar el inmoral significado histórico que contiene y proyecta el “triunfo” de Danilo Medina.

Esta vez el Presidente Leonel Fernández, reiterando su conducta y con la descarada complicidad de su víctima de ayer, se valió de todo el poder del Estado para salvaguardar sus intereses personales y perfeccionar los mecanismos de su propio reciclaje político.

El empeño tuvo como objetivo inmediato impedir el triunfo del candidato que había prometido llevar a la justicia a los culpables de enriquecimiento ilícito. Pero resulta que esta vez, tratándose de unas elecciones para la Presidencia de la República, el mayor agraviado no ha sido Hipólito Mejía.

Fue tanto envilecimiento de la campaña electoral y tan decidido el propósito de llegar hasta las últimas consecuencias, que el Estado de Leonel Fernández y Danilo Medina han culminado su determinación infligiéndole una dañina y peligrosa derrota a la democracia dominicana. 

Quienes tenían como obligada misión constitucional poner todos los poderes del Estado al servicio del respeto a la libre expresión de la voluntad de los dominicanos la han expuesto al peor destino. 

Para poder vencer esa voluntad se recurrió a todas las fórmulas del proceder fraudulento. Sobrepasando la cacareada capacidad del Partido Revolucionario Dominicano para detectar el fraude, afinaron todos los engranajes de la Junta Central Electoral y consumaron la estafa. En más de una entrega periodística en el mes de mayo llamamos la atención acerca de esa posibilidad.

Bien dañados andamos para poder enfrentar las exigencias de una humanidad que cuestiona sus actuales circunstancias, sobre todo porque la parte que nos toca vive malherida, engañada, abarrotada de ambiciones rastreras, maleado grandemente su espíritu. Precisamos de un sincero acto de contrición bajo la invocación de Duarte.

Acto de contrición por las burlas a las esperanzas de un mejor país, por tanto latrocinio, por tanta complicidad, por tanta impunidad protegida y consentida; es decir, por tanto conspirar contra el desarrollo a que tienen derecho los dominicanos.

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