Patentes y ética empresarial

Patentes y ética empresarial

ANGEL CANÓ S.
El reclamo de Brasil para la explotación de una patente mediante licencia para producción de medicamentos destinados a pacientes de Sida, puso nuevamente en primera fila el cuestionamiento de la conducta empresarial que en ocasiones superpone el derecho a las ventajas económicas frente al drama humano.

Un ejecutivo del laboratorio involucrado en la reclamación declara que «el descubrimiento y desarrollo de tratamientos innovadores depende de la rentabilidad razonable de la inversión comprometida en los tratamientos existentes», y revive así la frase legendaria de que «la única responsabilidad social de los negocios es lograr beneficios», que motiva distintas lecturas, atribuida a Milton Freidman, Nóbel de Economía y «discípulo» del llamado padre de la economía moderna, Adam Smith.

El ser humano usa su inteligencia, el medio y la tecnología en interés de satisfacer y dar respuestas a muchas de sus necesidades de salud. Al lado de este interés, está la obtención de beneficios como justificación para la inversión en investigaciones que logren y promuevan nuevas y mejores fórmulas para aliviar enfermedades. En ese ejercicio se requiere de una ética empresarial equilibrada en la que el compromiso medible únicamente en función de los beneficios, obvio reflejo de una buena administración, no sea el que se imponga en la práctica del negocio.

Natural debe ser el promover el interés humano de una buena salud antes que aplicar principios de prevalencia del beneficio por encima de cualquier otra consideración. El «alma empresarial» que mueve a las grandes empresas y arropa la individualidad de sus ejecutivos es un fenómeno objeto de estudio, revelando una insensibilidad espantosa y una competencia feroz que olvidado social, lo humano. Lastimosamente el proceso de globalización presenta esto como uno de sus puntos negativos, mientras que el marco técnico legal que le sustenta y promueve, al tiempo que fomenta mejores oportunidades de negocio, apunta a profundizar esta práctica de olvido.

No hay espacio para la duda ante el drama que viven millones de personas afectadas por una enfermedad como el Sida, convertida en la plaga del siglo. La negativa a una explotación de una patente no puede justificarse en función de garantizar mejores beneficios. Son estas actitudes las que promueven la impresión de falta de interés en encontrar la cura de algunas enfermedades, si es que no lo han hecho ya y se conserva como información clasificada, puesto que de lograrse se perdería el blanco de mercado que asegura los beneficios.

El uso de las vías que ofrecen las leyes nacionales y los acuerdos multilaterales, le corresponde a los propios países para asegurar que los grandes laboratorios utilicen sus patentes y las exporten de manera equilibrada, no monopólica ni con evidente posición dominante de mercado, de manera que la empresa logre cumplir con su responsabilidad social de «lograr beneficios», como se ha dicho, al tiempo que su actividad y su inversión cumplan con beneficiar al ser humano, que en definitiva es lo que justifica. Basta decisión.

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