Patología

<p>Patología</p>

El senador por Santiago, doctor Francisco Domínguez Brito, ha hecho referencia a una de las principales patologías sociales en estos países nuestros, institucionalmente débiles y sumidos en la pobreza.

Una de las aristas venenosas del laborantismo es que se ejerce por falta de liderazgo y suplanta los principios, con lo que se daña la institucionalidad como estructura de soporte del Estado y se quiebra la moral de los individuos.

A partir de la caída de la tiranía de Rafael Trujillo, el país empezó a trillar las vías de la democracia, del ejercicio político como forma de procurar el ascenso al poder.

Era esa la forma más idónea de erradicar del ambiente el estilo tiránico con que Rafael Leónidas Trujillo logró mantenerse en el poder durante más de tres décadas, pisoteando todo principio ético y sepultando derechos y libertades.

En esa etapa de nuestra historia política descollaron liderazgos de enorme valía, pero desgraciadamente también interactuaron los sustentadores del viejo estilo, los demagogos, los laborantistas de oficio, sin capacidad de convicción ni poder de convocatoria, y mucho menos escrúpulos.

Ya a estas alturas, idos los liderazgos más puros, nos queda una clase política que deja mucho que desear, que no es capaz de escalar un peldaño sin recurrir a la demagogia, a la descalificación gratuita del contrincante, sin compromiso con la verdad y los principios que deben adornar a todo político.

 

-II-

Tiene mucha razón el senador por Santiago, bien recordado por su gestión como Procurador General de la República, cuando afirma que el laborantismo lo empobrece todo, incluyendo a los mismos polìticos.

Nuestra historia democrática cuenta numerosos ejemplos de esa pobreza y, sin embargo, todavía aparecen quienes emulan estilos con máculas imborrables.

Hay un divorcio generalizado entre el discurso y la práctica que no permite tornar en hechos tangibles las promesas de mejoramiento de las condiciones de vida de la población.

Fruto del laborantismo se prometen obras que no se realizan, o que se inician pero quedan inconclusas, se hacen contrataciones onerosas, se aprueban pensiones y prestaciones escandalosas con cargo a los fondos públicos, se defiende desde la oposición principios de los cuales se reniega desde el poder y se olvidan las prestaciones sociales prometidas en campaña.

Por esa misma causa se resquebraja la solidez de los partidos polìticos, algunos de los cuales pactan alianzas y suplantan, sin el menor sonrojo, candidaturas ganadas de manera legítima.

Lamentablemente, están a la defensiva los políticos que basan su ejercicio en el peso de los principios y valores. Eso explica por qué hemos tenido, en ocasiones, pésimas representaciones en posiciones claves de la administración del Estado.

La aspiración nuestra es que no nos quedemos en el diagnóstico de la patología que nos está debilitando cada vez más y que tratemos de revivir la fe en los valores y principios éticos que eran tan comunes en algunos de nuestros liderazgos.

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