Patología  social

Patología  social

Algunos sucesos permiten identificar a las autoridades de este país como afectadas por una especie de patología social que es responsable de graves perjuicios.

Se revela esta patología en el clamor de monseñor José Dolores Grullón Estrella, obispo de la diócesis de San Juan de la Maguana, para referirse a la paralización injustificada de los trabajos de construcción de varios liceos en esa jurisdicción.

Ese clamor por la paralización de tales obras iniciadas por el Gobierno se produjo durante el acto en que se dejaba oficialmente iniciada otra importante infraestructura hidráulica para generación de electricidad y reguío.

Pero esos liceos paralizados, o “elefantes muertos” como los denominara monseñor Grullón Estrella, no son la única muestra que delata nuestra arraigada patología social, cuyo principal síntoma es la iniciación de obras que después son paralizadas y en algunos casos hasta abandonadas.

Inclusive, algunas muestras del síndrome se manifiestan con tanta osadía que contradicen la promesa de encumbradas autoridades para garantizar que las obras no serían interrumpidas hasta ser definitivamente terminadas. La paralización de los trabajos de ampliación de la carretera San Cristóbal-Baní es una abierta contradicción a la promesa de continuidad hecha por el Presidente Leonel Fernández.

– II – 

Ya en un pasado no tan lejano, hace poco más de un año, el grupo cívico Participación Ciudadana (PC) presentó al país la más contundente muestra de esta patología de que hablamos.

El estudio hecho por PC sobre el abandono de miles de obras oficiales inconclusas en todo el territorio nacional, con pérdidas enormes para el erario, no deja dudas sobre la gravedad de este síndrome que pone de manifiesto la poca consideración que se tiene por los recursos del país y por las comunidades que se beneficiarían de las obras inconclusas.

La paralización de los trabajos de construcción de varios liceos en apartadas comunidades de San Juan atenta contra el derecho a una adecuada preparación de miles de jóvenes de esa región, en momentos en que se propugna nuestra inscripción en la sociedad del conocimiento.

Es evidente que esta patología que nos lleva a paralizar y hasta abandonar obras en las cuales se han hecho cuantiosas inversiones, atenta no sólo contra el erario, sino también contra las oportunidades de crecimiento y desarrollo humanos, mejora de las condiciones de vida en comunidades marginadas y las metas de progreso que debe alcanzar la sociedad en pleno.

Debemos trabajar para evitar que la paralización y abandono de obras iniciadas permita engrosar nuevos estudios sobre esta patología social.

Hay que acortar la espera de los jóvenes de comunidades de San  Juan por sus liceos inconclusos. Tenemos que curarnos de la patología social que pone tabiques a nuestras potencialidades.

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