Patrimonialistas y clientelistas en RD

<P>Patrimonialistas y clientelistas en RD</P>

El frente oligárquico, los partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil, redes sociales,  intelectuales, centrales sindicales, iglesias, juventudes, mujeres, estudiantes y trabajadores informales, ¿habrían estado preparados para encabezar una oposición  al reeleccionismo legal de la Primera Dama, el cual se estuvo proponiendo  por varios  medios el imponerse, mediante el uso masivo de los recursos del Estado a quienes adversaran el  propósito estratégico de perpetuar en el poder al actual Jefe del Estado a través del patrimonialismo y el clientelismo?

El título responde la pregunta. El razonamiento es el siguiente: Los dos poderes fácticos  incontrastables, el CONEP y la Iglesia católica, son eminentemente patrimonialistas, pues desde la fundación del Estado centralista y autoritario creado por Santana, han vivido de exenciones impositivas, privilegios y donaciones y han encabezado la lucha en contra de los principios, normas y reglas que aspiraban a instaurar un Estado nacional burgués en el país.

Un ejemplo paradigmático fue la participación masiva del empresariado, la Iglesia y la prensa en el derrocamiento del orden constitucional inaugurado por Juan Bosch en 1963 y su apoyo irrestricto al régimen de facto, corrupto y represivo del Triunvirato. Sin hablar de su apoyo militante a la intervención militar norteamericana que aplastó la revuelta de abril de 1965 en su intento de restablecer el orden constitucional sin elecciones con Bosch a la cabeza. Además del respaldo militante del frente oligárquico a los 22 años de régimen despótico de Balaguer, el cual le validó todos los privilegios concedidos por el Triunvirato y fue aun más lejos al otorgarle todo lo que pidieron, incluida  la ley 299 de incentivo industrial, cuyo resultado es hoy el “aparato” productivo totalmente destruido y la productividad en el suelo, de modo tal que ni con Centroamérica podemos competir a través del DR-CAFTA.

En cuanto a los partidos políticos, los grandes y los pequeños viven del patrimonialismo y el clientelismo. Y en segundo lugar, la encuesta de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra titulada “La democracia vulnerable: insatisfacción y desconfianza (1994-2004)” confirma que la abrumadora mayoría de los sujetos dominicanos “perviven y se acomodan a los elementos tradicionales y autoritarios” instaurados por la sociedad y que se manifiestan en el sistema social y sus instancias de poder, es decir, el Estado, el gobierno y los demás tipos de autoridad a escala del territorio dominicano.

Para prueba de este aserto,  un botón. En el apartado relativo al punto B del capítulo I de dicha encuesta, titulado “El clientelismo”, los autores del estudio (2005, 44) afirman que el clientelismo es “la relación de subordinación que se funda en el intercambio de beneficios y favores por la lealtad y apoyo políticos de la clientela. La relación personalizada del patronazgo y la clientela hunde sus raíces en la sociedad tradicional, pero en el transcurso de la modernización y democratización, el clientelismo ha revelado una capacidad de cambio y adaptación a los diferentes procesos y sistemas políticos”.

Esta definición incluye a todos los partidos y gobiernos que hemos padecido desde 1844 hasta hoy, excluyendo los de Espaillat y Bosch, razón por la cual duraron en el poder siete meses.

Cuando los autores de la encuesta dicen que el clientelismo ha revelado una capacidad de cambio inaudita en esta época de modernización y democratización, ¿a qué se refieren? A que no hay clientelismo sin patrimonialismo. El clientelismo está subordinado al patrimonialismo. En un Estado donde no hay patrimonialismo, no existe el clientelismo. El Estado patrimonialista maneja las instituciones, la economía y todos los recursos disponibles para legitimar su hegemonía (su dominación de los otros) a través del reparto concienzudo de los bienes públicos a su clientela, a cambio de que “la gente dé apoyo político a quienes le hacen favores y le reparten cosas (alimentos, cosas de la casa, arreglos de la vivienda), b) que un funcionario boronee, es decir reparta favores económicos y otros beneficios a la gente que contribuyó para que llegara al gobierno, y c) cuando una persona llegue al gobierno emplee preferentemente a familiares, amigos y relacionados, y a partir de estos indicadores se construyó el índice de clientelismo.” (Ibíd.)

Consúltese tres cuadros de la encuesta arriba mencionada. El primero muestra la distribución porcentual de la población entrevistada según indicadores de clientelismo; el segundo, la distribución porcentual del índice de autoritarismo según el índice de clientelismo; y, el tercero, la distribución porcentual del índice de clientelismo según pertenencia a partido político. El resultado: la abrumadora mayoría de los entrevistados son clientelistas. La traducción de estos resultados al plano práctico es la siguiente: A pesar de la grave crisis de los partidos políticos, la adicción de los dominicanos al clientelismo y al patrimonialismo mantiene con vida y alta preferencia a esas organizaciones.

En el PRD el clientelismo es diferente al del PLD. En el PRD, cada militante es dueño del partido. Cuando Bosch llegó al país en octubre de 1961, ya el PRD había sido fundado en todo el territorio y los fundadores se consideraban dueños de cada comité de base, de modo que la lealtad a Bosch, quien no practicaba el clientelismo ni el patrimonialismo, era muy débil o diluida, contrariamente al Partido Reformista, donde Balaguer era la personificación de estos contravalores políticos. Cuando Bosch fundó el PLD en 1973, fue para distanciarse del clientelismo y el patrimonialismo perredeísta y crear un partido de principios, reglas y normas, pero resulta que Bosch era, en dicho partido, el único que creía en eso. Las elecciones de 1990 se lo confirmaron; las del 1994 se lo ratificaron, y renunció del partido luego de denunciar a los pequeñoburgueses trepadores, oportunistas y comerciantes de la política y cometió el error de volver al PLD.

Esos trepadores, oportunistas y comerciantes de la política, pertenecientes a la pequeña burguesía, denunciados por Bosch, fueron los que pactaron con Balaguer desde 1990 y en 1996 llegaron al poder con el apoyo del nonagenario rey del clientelismo y el patrimonialismo. Muerto los dos líderes, víctima del Alzheimer, uno; y el otro, lúcido, el partido de cuadros, militar, religioso, disciplinado y organizado, se tragó al PRSC, en desbandada.

En el PLD la disciplina sirve a la obediencia ciega al líder del partido, quien funge siempre como dueño, candidato presidencial y presidente del partido. Si llega al poder, Presidente de la República y presidente del partido al mismo tiempo, al estilo de las organizaciones totalitarias (Raúl Castro hoy, los primeros ministros del ex bloque socialista-comunista eran también secretarios generales del partido). Esta concentración monolítica del poder impide el surgimiento de liderazgos en esos partidos. De ahí la serpiente que se muerde la cola con Leonel siempre, Margarita ahora y Omar en el futuro. Los demás candidatos son pálidos fantasmas políticos, excepto Danilo Medina, a quien le salvó el haber enfrentado al líder supremo, pero en lucha por el monopolio del patrimonio público. Los demás candidatos son tímidos, sin carácter, gente de ocasión y de palabra oportuna en busca de combinaciones políticas, al estilo de nuestros montoneros de los siglos XIX y XX.

En el PRD la indisciplina y el caos son portadores de unidad al final de las luchas internas. Estas propician el surgimiento de liderazgos nuevos e impiden el reeleccionismo en el PRD y explican la derrota de Hipólito en 2004. En el PRD cada cual se sabe dueño del partido y hala su propia carreta en busca de favores clientelistas.

En el próximo artículo veremos por qué fracasó el único partido político anticlientelista y antipatrimonialista de la República Dominicana, fundado en 1925.

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