Patriotismo y Estado de Derecho

Patriotismo y Estado de Derecho

WILFREDO LOZANO
La verdadera esencia de la nación no se encuentra en la apelación al «patriotismo», sino en la defensa de la República. Es la República la que con su Constitución y sus leyes nos permite reconocernos en una comunidad dotada de identidad, orden moral y sentido político para los diversos individuos que la integran. Es a partir del Estado de Derecho como principio republicano que podemos reconocer la patria como un cuerpo social civilizado en torno a ideas y valores. La patria resulta así una comunidad organizada de acuerdo a propósitos civilizadores, a partir de cuyos valores compartidos nos reconocemos como comunidad de destino, como nación.

Esto habla de la coexistencia civilizada de los miembros de la comunidad nacional, más allá de sus diferencias políticas, culturales o económicas, como condición misma del orden republicano que la constituye y de la naturaleza democrática que organiza su sistema político.

Si algún patriotismo debemos defender es el de la Constitución, pues es la base a partir de la cual nos reconocemos como comunidad política y desde la cual se definen derechos y deberes a cada unos de los sujetos o individuos que han decidido acogerse a ese orden político y moral. El patriotismo por encima de la Constitución casi siempre conduce al desconocimiento del estado de derecho; el patriotismo sin el estado de derecho es una carta abierta al ejercicio arbitrario del poder.

Llamo la atención sobre estos principios básicos del republicanismo moderno que en nuestro países constituyen, junto al principio de la soberanía popular, la esencia de la democracia, pues es un motivo de honda preocupación la repetición de hechos de violencia ocurridos en Pueblo Nuevo, de la Provincia de Valverde, semejantes a los lamentables acontecimiento de mayo pasado ocurridos en Hatillo Palma, añadiéndose ahora los hechos ocurridos en Haina con el acto vandálico de la quema de varios nacionales haitianos por parte de manos criminales y bárbaras.

Si la justicia la asumimos con nuestras manos desconocemos el orden jurídico que nos permite reconocernos como comunidad política civilizada, tiramos por la borda el estado de derecho que debe proteger a cada uno de los individuos que habitan en este país, sean estos dominicanos o extranjeros. Eso significa que ninguna persona, por poderosa que sea, puede señalar y etiquetar a nadie como delincuente y decidir que es culpable de delitos, ya sean gente humilde o poderosa, dominicanos o haitianos. Es a la justicia a quien corresponde la tarea de determinar quiénes son realmente los que han cometido delitos, o infringido las leyes, estableciendo la pena correspondiente.

Quizás lo más delicado es que, tras el acto criminal ocurrido en Haina y las persecuciones xenófobas a haitianos desatadas en Hatillo Palma y Pueblo Nuevo, algunos malos dominicanos piensen que pueden realizar impunemente actos de tal violencia, en la creencia equivocada de que con ello defienden la nación, o hacen causa común con el rechazo al otro, al extranjero haitiano. Y ese es uno de los frutos de la xenofobia y el terrorismo étnico desatados en el país en algunas comarcas: la violencia, las muertes y las violaciones de todo tipo de derechos elementales, vale decir, la vulneración de la premisa básica del orden democrático: el estado de derecho.

Lamentablemente, parece que hay personas interesadas en estimular sentimientos xenófobos hacia los haitianos en las comunidades fronterizas y otras comunidades nacionales; parece que hay algunos dominicanos que creen pueden actuar a nombre de toda la nación, como cruzados del antihaitianismo y de esa forma inducir de hecho a la violencia a humildes dominicanos que durante años han convivido en paz con los habitantes de la parte occidental de la Isla de Santo Domingo.

Me niego a aceptar que la nación deba defenderse de esa manera. Me niego a aceptar un patriotismo bárbaro que conduce a la violencia y en nada ayuda a resolver nuestros problemas con la vecina nación de Haití. No reconozco patriotismo alguno al creer que nuestra nación se afirma y reconoce ejerciendo la violencia contra los haitianos que residen en el país, se encuentren o no ilegales, tengan o no tengan papeles en orden.

Las cosas han llegado a un punto en que las propias autoridades haitianas han exigido justicia ante el caso de los asesinatos en Haina y en otros países estos hechos preocupan. Así, pues, la xenofobia y la barbarie definen ya situaciones que pueden provocar un serio conflicto internacional con la comunidad de naciones del cual tengamos que lamentarnos.

Nuestras autoridades han prometido, en una reacción quizás un poco tardía, pero positiva al fin y al cabo, que los responsables de estos hechos vandálicos serán enviados a la justicia. Ojalá esto se produzca, pues representaría una necesaria y buena señal a toda la comunidad internacional, pero sobre todo indicaría que el Estado Dominicano no se prestará a juegos seudo-nacionalistas que en la práctica niegan derechos elementales a los ciudadanos y ciudadanas dominicanos y a los extranjeros y extranjeras que viven en nuestro país en base a un orden político civilizado que hace de la persona humana el principal bien que debe protegerse.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas