Espectacular obra parte de la exposición “Paul Giudicelli 100 años” en el Centro Cultural Banreservas con obra del Museo Bellapart. fuente externa
Muestra. Un artista genial y una conmemoración histórica en todos sus aspectos: el Centro Cultural Banreservas presenta, con obras del Museo Bellapart, la exposición que nadie se puede perder
Marianne de Tolentino
Paul Giudicelli escogió “un camino solitario dentro del grupo de pintores modernos” –Danilo de los Santo así lo expresó-, camino que se volvió trayectoria única.
Cincuenta y seis años después de su muerte él continúa siendo más que moderno, un creador contemporáneo. Probablemente de no perecer Giudicelli en su joven madurez, el arte nacional hubiera seguido un cauce distinto, dentro y fuera del país.
Una obra de Paul Giudicelli sobresale en cualquier colectiva, provocando el anhelo de ver más y una exposición individual ojalá… Los sueños se han cumplido.
“Paul Giudicelli 100 años”, conmemorando el centenario del incomparable artista, brinda, en el Centro Cultural Banreservas, la oportunidad de disfrutar una magnífica exposición, con las obras del Museo Bellapart.
El acontecimiento permanecerá en memorias y anales de la actualidad artística nacional
Excelentes obras y mucho más… Varios atractivos se juntan: la colección del Museo Bellapart y su altruismo cultural, el local embellecido del Centro Cultural Banreservas, la museografía inteligente y didáctica, experta y espectacular.
Ciertamente, las obras de Paul Giudicelli, pintura y cerámica, realizadas entre 1953 y 1963, ejercen fascinación, pero la muestra parece haberse concebido para la superficie –cuya amplitud nos sorprendió positivamente-, y por igual las modalidades de repartición de los cuadros…
Después de abrazar visualmente un área abierta, podemos fragmentar la percepción y fijar la mirada en una obra en particular, no importe su tamaño. Hay luego, inscripciones, textos, fotografías, documentos, cuales pausas para pensar, para fortalecer la reflexión: ¡cuán lograda por ejemplo está la llamada “Línea del Tiempo”!
El letrero que anuncia los 100 años se engalana de una foto histórica. “Domingo Liz en el Concurso Eduardo León Jimenes”. ¿Por qué? Es que, allí, en 1964, Paul Giudicelli recibió el primer premio de pintura: a él, lo percibimos en segundo plano, demacrado, en la postrimería de su vida. ¡Surge ya la emoción, si se mira atentamente!
En esta exposición los matices cuentan. Observar, devolverse aun, contemplar de nuevo se imponen, espontáneamente… Mencionemos el encanto contrastado que suscitan, de un lado y de otro, el portentoso Paisaje – inspirado de Gauguin- y la formidable Abstracción geométrica, con su década de distancia pictórica…
Los ambientes se suceden y la unidad se conserva, en torno a la impronta magistral.
Para que una exposición despliegue todo su potencial, la museografía es esencial, construcción escenográfica sí, pero al servicio de la obra para que la disfrutemos más, como sucede aquí.
Felicitamos a Teresa Raulina Capellán por esa óptima labor, por supuesto a Myrna Guerrero -que, tan bien y cuidadosamente ejerció la curaduría-, y a todo un equipo motivado y competente.
Que no olvidemos mencionar, en la segunda planta, el taller destinado a los niños… mesa, papel, colores, en la pared encantadoras obras inspiradas de Paul Giudicelli. En fin, una transferencia de lo que suele hacer el Museo Bellapart, para los jóvenes.
Otro ejemplo de generosidad es el hermoso catálogo obsequiado a los visitantes. Los textos apasionados y apasionantes –escritos por las responsables del Museo Bellapart y por ejecutivos del Banco de Reservas-, la inobjetable biografía y el dictamen valorativo de Jeannette Miller- se leen con gusto.
El diseño de la publicación es actual y sobrio, ni hablar de las fotos, magníficas y perfectamente dispuestas. En fin, es un catálogo a conservar y consultar.
Volviendo a Paul Giudicelli. Expresionista, neoabstracto, cultor de una figuración tan personal, libre y “geométrico-sensible”, este dominicano, rebelde como buen corso de origen que él era, centró sus investigaciones formales y su imaginación creativa en la tierra y la cultura vernácula, fundiendo lo amerindio, lo afroantillano y lo hispánico. Produjo un “arte de ruptura” que fascina y, más que nunca, desconcierta por su compromiso y audacia.
Ejerciendo todavía hoy una notable influencia en las nuevas generaciones, él ha sido el primer artista contemporáneo dominicano.
Observamos que, en sus obras, él no plasmó objetos ni sujetos, salvo en el umbral de inicios excepcionales, sino signos complejos y elaborados, que afirman una originalidad sincrética, asombrosa en el arte dominicano de esa época, ¡y no falta un encanto lúdico! Su repertorio formal integra dibujo y pintura, ambos fundidos en una construcción, a la vez enérgica y orgánica, tensa y ritmada, rasgos que encontramos también en su cerámica, siendo el primer ceramista dominicano con murales.
Muchos de sus cuadros, con un predominio a menudo marrón y negruzco, lucen austeros, pero, al detenerse la mirada, se iluminan mágicamente.
Luego, en sus breves años finales, la paleta se avivó y aclaró, técnicamente llevada al clímax del “oleo-temple-plastílico”, aquella mezcla de polvos y elementos naturales autoinventada… El mismo Giudicelli expresó: “La estuve perfeccionando cada día, hasta lograr más o menos la textura y contextura que ha caracterizado mi obra”.