Paul Wolfowitz y Paris Hilton: dos iconos del imperio

Paul Wolfowitz y Paris Hilton: dos iconos del imperio

DIÓGENES CÉSPEDES
Es fácil despachar el asunto Paris Hilton con solo decir que fue un icono del imperio por el dinero, pero un fracaso como aspirante a cantante primero y actriz después. No fue una triunfadora al gusto de Hollywood. En la sociedad norteamericana de la competencia, los concursos y el “nadie está por encima de la ley”, está prohibido fracasar. El fracaso se castiga. La tríada en que se funda la existencia individualista –trabajo, placer y consumo– no admite discusión: usted debe ser un triunfador.

El dinero es un símbolo de triunfo, pero no en el caso de Paris Hilton, pues sus millones no le permiten comprar uno cualquiera de los elementos de la tríada.

Excarcelada para que cumpliera 40 días de cárcel en su residencia por conducir en estado de embriaguez y vuelta a encarcelar para que cumpliera los 45 días en la cárcel, su liberación fue vista como privilegio y favoritismo. Ante el escándalo, se quiso enviar un mensaje a la sociedad en el sentido de que nadie está por encima de la ley. En los Estados Unidos, millones de sujetos están por encima de la ley. Simplemente que no les han cogido con la masa en la mano.

Frente a esta situación, un único recurso le quedó a la frustrada actriz: Escenificar un teatro griego de llanto y coro. Sabemos que los actores y actrices son especialistas del llanto y de las situaciones dramáticas. A Paris Hilton le queda el psiquiatra como último recurso. Aquí entran en consideración el dinero y la subjetividad. Es difícil aventurarse en el terreno de lo indemostrable, pues siempre queda la duda de si el paciente, en lo más recóndito de su problema, no tiene algo de razón: Un trauma de infancia todavía no resuelto. Como la mente humana es tan complicada, ningún psiquiatra querrá responsabilizarse si a esa niña le ocurre algo o atenta en contra de su vida si su yo superior llega a desintegrarse a causa de este encarcelamiento.

 En el caso de Paul Wolfowitz, el asunto es más claro, pero más triste. En la Universidad de Chicago, fue discípulo mimado de Leo Strauss, el teórico indiscutido del neoconservadurismo norteamericano iniciado parcialmente con Ronald Reagan y sus ocho años de gobierno, los cuatro de su vicepresidente George Bush, padre, interrumpido ese ejercicio de gobierno por los ocho años de Bill Clinton y el regreso al poder de los “neocons”, con todas las de la ley, se verifica de 2000 a 2008 con el ascenso a la Casa Blanca de George Bush, hijo, gobierno donde Wolfowitz disfrutará de dos cargos de la mayor importancia: Subsecretario de Defensa y, posteriormente, presidente del Banco Mundial.

 Es en su papel de gran intelectual de esa vuelta al poder de los neocons que Wolfowitz sobresale. Desde el célebre documento dirigido a Clinton en enero de 1998 exponiéndole lo que había que hacer en Irak (y que luego hizo el gobierno de Bush) hasta la creación del “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano”, una especie de partido ad-hoc, del cual él es uno de los 143 fundadores y firmantes, el destino de este halcón ha sido el mismo que le espera a los intelectuales que se suman al carro triunfante del poder: quedar aplastado bajo sus ruedas. 

Al no ser ni empresario ni industrial, ni señor de guerra, Wolfowitz tenía a la burocracia como único lugar de acumulación de riquezas. Su ambición le perdió, pues nadie que no sea como ellos puede llevar un estilo de vida como Dick Cheney y los demás señores de la guerra, quienes siempre verán con la rabiza del ojo a los intelectuales que les ayudaron a “reconstruir” a Irak.  

  Casi todos los firmantes del manifiesto del “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano” son judíos, con excepción tal vez (y habría que estudiar las conexiones familiares colaterales) de Francis Fukuyama, Linda Chávez y Sing Ming Shaw. La importancia de este judaísmo lo veremos más adelante, cuando disequemos la ideología legitimadora del neoconservadurismo norteamericano fundado por Leo Strauss y llevado a la práctica, con todas sus consecuencias políticas e ideológicas, por los discípulos de este proyecto.

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