Pavarotti en  el Teatro Nacional  in memoriam

Pavarotti en  el Teatro Nacional  in memoriam

POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
La noticia de la presentación en el Teatro Nacional del gran tenor Luciano Pavarotti, produjo un verdadero revuelo en nuestra sociedad, especialmente entre los amantes de la lírica, músicos, melómanos y artistas en general.

 En menos de 48 horas se agotaron las entradas para el concierto pautado para el día 15 de febrero del año 2002.   Su llegada al país se produjo por el Aeropuerto de Herrera, donde se congregaron un gran número de personas para darle la bienvenida. Recuerdo la emoción compartida con Catana Pérez al ver descender de la aeronave al admirado tenor. El abrazo de bienvenida, su sonrisa espontánea y permanente, lo afable de sus palabras, nos hicieron pensar que recibíamos un amigo de siempre.

  La rueda de prensa que ofreciera junto al empresario Jorge Nader, el entonces secretario de Estado de Cultura Tony Raful y la autora de este artículo, en ese momento directora del Teatro Nacional, le dio oportunidad a la prensa especializada allí reunida, a conocer al gran artista y sobretodo, al hombre profundamente humano, sencillo, como sólo pueden ser aquellos seres privilegiados con un  don divino, en su caso, el de una voz excepcional.

  El Teatro Nacional se había preparado para recibir al artista más importante de cuantos habían pasado por su escenario. Se vivían allí momentos de gran expectativa, de una forma u otra, técnicos,  funcionarios y empleados desplegaban sus mejores esfuerzos para que todo estuviera a la altura del gran artista y el ensayo resultara satisfactorio. Sin embargo, la bonhomía  de este grande entre los grandes, rápidamente transformó la tensa atmósfera en un ambiente distendido, de camaradería, parecía feliz de compartir con todos aquél 14 de febrero, día de la amistad y el amor. La complacencia de Pavarotti se manifestaba en cada frase amable y especialmente en aquellas laudatorias hacia el Teatro que como él dijera “le había sorprendido gratamente”.

  Y llegó la gran noche, el Teatro hermosamente iluminado, lucía formidable; el público presuroso colmó platea y balcón más allá de su capacidad. Habilitamos asientos extras para estudiantes y artistas que deseaban tener la oportunidad única, de escuchar al célebre tenor.  Las campanillas finalmente, anuncian el inicio del espectáculo, el pesado lienzo púrpura poco a poco da paso al amplio escenario desprovisto de toda ornamentación,  sólo un elemento en la escena, el piano y nada más.

 El maestro Leone Mugiera, famoso pianista preferido por los grandes cantantes del mundo, hace su entrada y recibe los aplausos de bienvenida,  luego aparece la figura imponente de Luciano Pavarottti  y  como en un acto de encantamiento, el público vibrante se pone de pie para  rendir homenaje de admiración al gran tenor de todos los tiempos.

  Durante dos horas se escuchó aquella voz inmensa,  incomparable, cuyo timbre singular, de los más bellos que ha conocido el canto lírico en toda su historia,  ha conmocionado todos lo públicos del mundo, adicionando esa noche al dominicano. El rey del do agudo, o de pecho, muestra su riqueza vocal en un programa exquisito en el que asombra con sus pianissimos y sus notas de gran alcance. Recuerdo el encuentro en el intermedio  con nuestra gran soprano Marianela Sánchez, quien visiblemente emocionada y el  rostro inundado de lágrimas,  decía “este programa es una clase magistral de canto lírico”. Arias de óperas  de Bononcini, Scarlatti, Bellini, Puccini, hermosa canciones de Tosti, fueron interpretadas con perfección y pasión. En la medida en que se desarrollaba el programa, el entusiasmo crecía, llegando al paroxismo al escuchar las arias “Recóndita armonía” y “E lucevan le stelle”, de la Tosca de Puccini. Al finalizar su actuación, el público emocionado produce uno de los aplausos más largos que recordemos, la sala se estremece con los ¡bravo! y pide más, Pavarotti accede e inicia el “encore”, León Cavallo y Verdi, ausentes del programa se hacen presentes, para cerrar con Matinatta y La donna é mobile, un concierto inolvidable.

  El Teatro Nacional escribía esa noche una de las páginas más brillantes de su historia, recogida para la posteridad en las ediciones 42 y 43 de la desaparecida Revista Teatro, así como en la grabación que reposa en la Videoteca del Teatro. Posteriormente fue colocada una tarja conmemorativa al paso de Luciano Pavarotti por el Teatro Nacional, en la Galería de la Lírica inaugurada ese mismo año 2002.

PAVAROTTI & FRIENDS

 El llamado “rey de los agudos”, figura clave en la popularización de la ópera junto a Plácido Domingo y José Carreras –Los tres tenores-, deja además un legado: la Fundación Pavarotti & Friends, con la que muestra  su solidaridad al mundo y a los artistas. Los conciertos patrocinados por esta institución,  celebrados en Módena su ciudad natal, tienen un carácter benéfico. En mayo del  2002 asistimos al concierto de ese año por invitación del propio Pavarotti y de José Antonio Molina, quien sería el director de la Orquesta de Torino, que acompañaría  aquella versión de Pavarotti & Friends, a beneficio de los niños de Angola, en el que  participaron Andrea Bocelli, James Brown, Elisa, Grace Jones, Augusto Enríquez y su Mambo Band, Gino Paoli, Raf, Lou Reed, Swing, Zucchero y el propio Pavarotti.  Una multitud se congregó en el cerrado recinto, así como en sus alrededores  disfrutando del espectáculo a través de pantallas gigantes. Toda Módena estuvo allí acompañando a su ilustre hijo y solidarizándose con su causa.

Las emociones vividas esa noche nos acompañarán por siempre.   Luciano Pavarotti ha muerto, duerme ya, pero -que nadie duerma- “Nessum Dorma”  mientras su voz trine  para el mundo en recóndita armonía, y asome a nuestros ojos  una furtiva lágrima. Descansa en paz, Pavarotti.

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