¿Paz en medio del sufrimiento?

¿Paz en medio del sufrimiento?

MARLENE LLUBERES
Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción. Job 5:7.- En algún momento de su vida todo hombre tiene que enfrentar el sufrimiento, experiencia que es común a todos. En cualquiera de sus formas: enfermedad, partida de un ser querido, ruptura de relaciones afectivas, problemas con los hijos, pérdida de  trabajo o negocio, invariablemente, conlleva un insondable dolor que genera desesperación, pesar insostenible, inestabilidad, emociones que despojan nuestra existencia de todo sentido y dirección.

El Hijo de Dios, mientras estuvo en esta tierra físicamente, proporcionó pautas de vida, las cuales nos han enseñado que, en tanto estuviésemos en este mundo, tendríamos aflicciones. La diferencia radicaría en la manera en que podríamos afrontarlas, surgiendo así dos posibilidades: primeramente dejarnos arrastrar por los abrumadores sentimientos causados por la circunstancia que nos ha sobrevenido, falta de ánimo, impotencia, cuestionamientos, depresión, lo que afectaría no sólo nuestras vidas sino las de quienes nos rodean. Por otro lado, también existe la alternativa de, en medio del dolor, buscar el amor de Jesús, de Aquel que llora junto a nosotros.

Es El quien tiene planes de bien y no de mal, y al buscarlo en medio de la prueba, obtendremos beneficios que no podemos contemplar, nuestra fe se hará  fuerte, sabiendo que El, que conoce nuestro sufrimiento, lo ha permitido porque indiscutiblemente era la mejor opción para alcanzar  propósitos más altos, aunque en ese momento no entendamos lo que hace.

No ignoremos la existencia de Dios ni dudemos de su bondad y control sobre todo cuanto acontece cuando nos suceda una desgracia, en cambio, con humildad meditemos en que sus pensamientos no son nuestros pensamientos ni sus caminos nuestros caminos, porque como son más altos los cielos que la tierra, así son sus caminos más altos que nuestros caminos y sus pensamientos más altos que nuestros pensamientos.

Confiemos en que junto con la prueba nos dará la salida, reconociendo que, por nuestra condición humana, somos frágiles criaturas, que en un abrir y cerrar de ojos nos hacemos suceptibles de ser sorprendidos por dificultades inimaginables, donde empezamos a considerar aquellas cosas que eran primordiales e indispensables, sin importancia alguna.

Es en este instante cuando empieza a surgir la necesidad de dependencia de Dios y nos damos cuenta de que únicamente El puede traer paz y aliento en medio de la tormenta.

Creamos que el que resucitó de entre los muertos tiene el poder para atenuar la tristeza a través de la consolación que nos brinda, colmándonos de fortaleza, muchas veces inentendible para quienes nos rodean y aun para nosotros mismos.

Nunca olvidemos que como aquel a quien consuela su madre, así nos consuela el Señor cuando a El clamamos, sabiendo que bienaventurados somos cuando lloramos porque, al buscarlo, siempre recibiremos su consolación.

m_lluberes@hotmail.com

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