Paz, medio ambiente y equidad

Paz, medio ambiente y equidad

JOSÉ E. BÁEZ UREÑA
La paz, concebida  como proceso y filosofía de vida, deberá ser el resultado de la satisfacción y armonización de las necesidades y derechos fundamentales de todos y cada uno de los pueblos que compartimos este preciado planeta, en donde existimos gracias a los bienes y servicios que nos provee la madre naturaleza.

Las diferentes guerras locales, regionales y mundiales, así como las acciones violentas (agresiones, invasiones, etc.) de un pueblo contra otro, acontecidas a todo lo largo de la historia de la humanidad, son responsables de la desaparición de miles de especies animales y vegetales. Estos violentos acontecimientos han alterado y destruido diversos ecosistemas naturales de importancia planetaria, y lo que es peor aún; han eliminado pueblos,  naciones y culturas endémicas milenarias de incalculable valor humano e histórico.

La apropiación individual y el uso irracional de los recursos del planeta en beneficio de unos pocos y en detrimento de las mayorías, es un comportamiento que favorece el desencadenamiento de múltiples conflictos sociales, que a final de cuenta impactan negativamente el medio ambiente en general.

Hace ya varios años este prestigioso diario se hizo eco de las declaraciones de un alto ejecutivo del Banco Mundial, de visita en el país, que con mucha paz y naturalidad decía: «Mientras haya pobres, los ricos no podrán vivir en paz».

Esta aseveración nos conduce a inferir que, ciertamente, la proliferación de la delincuencia y los respectivos niveles de inseguridad ciudadana en una sociedad democrática son directamente proporcional al grado de equidad social, económica y cultural prevalecientes en dicha sociedad.

La equidad, de la mano con un desarrollo humano sostenible e incluyente, es el camino más seguro para alcanzar la paz sin afectar el medio ambiente.

A modo de conclusión, y al mismo tiempo como prólogo del futuro que deseamos, quiero destacar que hoy estoy más convencido que nunca de que aún tenemos muchos suelos fértiles en el planeta para cultivar amor,  solidaridad e igualdad (los niños confirman cualquier duda), y así poder construir con la cosecha colectiva de equidad la mesa común de la humanidad, servida de alegría, pan y paz.

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