Peces de izquierdas, peces de derechas

Peces de izquierdas, peces de derechas

POR CAIUS APICIUS
MADRI, EFE -.
Podríamos pensar que los conceptos de ‘derechas’ e ‘izquierdas’ pertenecen sólo al mundo de la política; si es así, habrá que convenir que algunos peces se meten en política, porque hay peces ‘de izquierdas’ y peces ‘de derechas’.    Esta clasificación no tiene nada que ver con su precio, porque el líder de los peces ‘de izquierdas’ es nada menos que el rodaballo, pescado apreciado donde los haya; digamos que el cabeza de lista de la ‘derecha’ sería otro pescado muy bien considerado, el lenguado.

En ambos casos, y en los bastantes más que podríamos citar, se trata de peces pertenecientes al orden de los pleuronectiformes, palabreja que deriva del griego y que podríamos traducir libremente por ‘los que nadan de costado’.    Son, en buen castellano, los llamados ‘peces planos’, que no hay que confundir con otros peces ‘aplastados’ que guardan su simetría bilateral y tienen un ojo a cada lado, como el sanmartiño.

Los planos tienen ambos ojos en el mismo costado, en su fase adulta. Cuando nacen tienen simetría bilateral, son muy activos y tienen un ojo al lado izquierdo y otro al derecho; pero al ir haciéndose mayores les domina una insuperable tendencia a la ley del mínimo esfuerzo, de modo que se tumban de costado en el fondo y pasan así la mayor parte de su vida.    Obviamente, el ojo que corresponde al lado inferior se siente incómodo, además de solo (cómo no va a estar incómodo lleno de arena, el pobre), y emigra al otro lado en busca de su compañero. Y hay peces que tienen los ojos del lado izquierdo, y otros que los tienen en el derecho, es decir, peces que miran ‘a izquierdas’ y peces que miran ‘a derechas’. Y el nombre les viene de que no sólo están de lado cuando se apoyan en el fondo, sino también cuando nadan: un costado arriba (el de los ojos), otro abajo (el ciego).

   Además del rodaballo, integran la facción izquierdista alguno de sus imitadores, como el rémol y otros pescados de notable aprecio, como el gallo de mar. Militan en la derecha, junto al lenguado, la platija o solla, la acedía y otros de menor cuantía, como los fletanes blancos y negros. Verán ustedes que la politización de los peces no influye demasiado en su sabor: ambos líderes está considerados, en todas partes y con razón, auténticas exquisiteces… que, la verdad, resultan tanto más apreciables cuanto más sencilla es su fórmula de preparación (un rodaballo al horno, un lenguado a la plancha o frito) pese a que han sido víctimas de muchísimas falcatrúas cometidas en nombre de una pretendida ‘alta cocina’ especializada en adulterar los sabores originales de tan distinguidos miembros del parlamento oceánico.     En cuanto a nosotros, nos declaramos neutrales y nunca nos refugiaremos en la abstención: ante un buen lenguado, un buen rodaballo, no cabe abstenerse, sino disfrutar a tope.

Lo mejor, también en este caso, es declararse ferviente partidario de la alternancia democrática, no hacer distinciones ideológicas y entablar frecuentes contactos con uno y otro líderes de la política subacuática. Por ejemplo: hechos con dos lenguados de unos 400 gramos cada uno, corten al ras las espinas que prolongan las aletas del lenguado y retiren la cabeza, que podrán aprovechar, con la raspa, para hacer un caldito. Salen el cuerpo del pescado y pásenlo por harina. Pongan abundante aceite en una sartén ovalada, en la que quepan bien los lenguados. Fríanlos a fuego vivo cuatro minutos por la parte oscura y otros tres por la blanca.

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