Peces dominicanos

Peces dominicanos

SERGIO SARITA VALDEZ
Un provocador libro vino a mis manos permitiendo que ambos ojos se posaran sobre sus hojas devorando con apetito insaciable las doscientas páginas del texto. Se titula Tu Pez Interior, del paleontólogo norteamericano Neil Shubin, profesor de anatomía de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chicago.

Junto a su asociado, Shubin descubrió en Canadá en el año 2006 un fósil con una edad calculada en 375 millones de años, correspondiente a una especie en transición de pez a anfibio, el cual bautizaron con el nombre de Tiktaalik.

El tortuoso laberinto evolucionista parte de las entrañas del mar, emergiendo luego del pez el anfibio, seguido del reptil, aves y mamíferos, llegando a lo más sublime que es el humano. Neil trasladó el tesoro arqueológico a su laboratorio, en donde un equipo de investigadores experimentó con el ADN. Manipulando los genes responsables de formar las aletas de los peces, notaron que esos mismos genes eran los responsables de la génesis de las extremidades de las otras especies.

A nadie debe sorprenderle que el Homo sapiens comparta sus treinta mil genes con sapos, culebras, cocodrilos, tigres, osos, lobos, perros, gatos, ratas y zorros. Lo que verdaderamente nos distingue de los demás grupos es nuestro desarrollo intelectual socializado que permite abonar la mente con una serie de códigos éticos y morales. A comienzos del siglo XX nos decía José Ingenieros en La simulación en la lucha por la vida: “La asociación crea entre los hombres sentimientos comunes, que constituyen la moralidad social, desenvuelven la solidaridad y engendran aspiraciones convergentes hacia ideales que no excluyen la verdad y la justicia… De la animalidad primitiva hasta la civilización presente han disminuido entre los hombres los medios violentos de lucha por la vida y han aumentado los medios fraudulentos”.

Debemos agradecer a Neil Shubin su nuevo aporte el cual nos ayuda a entender mejor la actual fauna criolla, provocando en nosotros el deseo de investigar el rol que jugaría la pobreza, activando en personas vulnerables, los genes que las hace arrastrarse como serpientes, cambiar el color de la piel como el camaleón, mostrar la astucia simuladora del zorro, la ferocidad del lobo, la apetencia carnívora del tigre y del gato, o el deseo de carroña de los buitres y las hienas.

Aunque por rato nos luzca que caminamos en medio de una jungla en donde sobrevive el más listo o el más fuerte, lo cierto es que a la larga se impondrá el decoro y la dignidad como norma de vida en el pueblo. En el momento más crítico aparecerán los hombres y las mujeres capaces de borrar la afrenta que ayer y hoy gente sin alma y sin corazón exhiben como conducta transitoriamente dominante en la asfixiante atmósfera dominicana.

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