Pedantería burocrática

Pedantería burocrática

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Un hombre delgado y calvo, con anteojos redondos, subió al podio y comenzó a leer: “Hay lugares de América en los que sus habitantes prefieren parecer extranjeros. Donde los nacionales de las clases superiores se sienten inquilinos o transeúntes en un país que no es el suyo. Habiendo nacido en esas tierras y alcanzado bienestar o preeminencia en las sociedades correspondientes no llegan a amar a sus gentes ni a sus paisajes. Estiman que las mercancías importadas, en todos los casos, son de mejor calidad que las locales.

Piensan que la organización colectiva de cualquier país extraño es mejor que la propia. Creen, incluso, que los ciudadanos de otras naciones son más inteligentes, más disciplinados y trabajadores, con mejores condiciones para la creación de riqueza y cultura. Con frecuencia los pueblos pobres imitan a los pueblos ricos, lo cual podría calificarse como un fenómeno general, no sólo americano. Casi siempre la imitación es mayor en lo que atañe a los hábitos de consumo que en lo referente a los métodos de producción. Muchos pueblos antiguos, con ímpetu y tradición de dominio, han impuesto sus costumbres a pueblos vecinos más débiles en número, en técnicas militares, en arrojo o en voluntad para la acción. Antropólogos e historiadores se han afanado durante siglos en descubrir las causas de las diferencias en el carácter de los pueblos”.

“En Europa esos estudios, y los distingos resultantes, han producido odios, guerras, exclusiones. Aseveraciones rotundas que en su momento parecieron juicios, dieron lugar a severos prejuicios sociales que se conservaron intactos, o con cambios mínimos, a través de las edades. Las maneras de vestir, de comer o de pronunciar ciertas palabras, no escapan a esos procedimientos miméticos colectivos. Psicólogos y sociólogos han propuesto diversas explicaciones de esa conducta camaleónica”.

– ¿Quién es ese hombre? ¿Qué país representa en esta asamblea? Ladislao se inclinó sobre la mesa con la esperanza de oír mejor al hombre que hablaba. – Creo que viene de una comunidad española; pertenece al partido socialista y tal vez trabaje durante unos meses en nuestra Unidad de Investigación Social. Sin embargo, no se ha referido a los principios que informan el carácter del Nuevo Hombre de Cuba, producto de la acción revolucionaria de las últimas tres décadas. – Es cierto; pero ese no es el tema del pleno semestral, repuso Ladislao en tono diplomático. El Nuevo Hombre no aparece en el programa distribuido internacionalmente. Tal vez lo haga más tarde. El vecino de Ladislao guardó silencio.

El hombre calvo con anteojos redondos levantó un vaso de agua del podio, bebió un poco, aclaró la garganta con un lijero carraspeo y continuó leyendo: “Los pueblos dependientes de las viejas naciones colonizadoras absorben parcialmente unas culturas que no han contribuido a crear. Un historiador inglés acuñó en este siglo la distinción entre culturas originarias y culturas filiales. De lo cual se sigue que existen actitudes matrices y comportamientos derivados. La lengua, por ejemplo, se transmite de manera automática, a través de los padres, a hijos y descendientes de los hijos. La vida social incorpora a la lengua recibida elementos nuevos en cada comunidad colonial. Esas novedades expresivas pueden quedar enquistadas localmente o trascender a la lengua general.

Intervienen en ello factores económicos, políticos, artísticos, de difusión oportuna. Las costumbres relacionadas con las instituciones de derecho público, originadas en los países colonizadores, no siguen un curso parecido al de las lenguas cultas trasplantadas. La pronunciación de un vocablo varía de una región a otra, así como algunas particularidades de régimen o de sintaxis. Ocurre del mismo modo en todos los ámbitos de expansión de la lengua castellana, tanto en la península ibérica como en la América hispánica. Las leyes y las instituciones políticas, en cambio, sufren a menudo una degradación sustantiva. Llegan a ser caricaturas de los modelos establecidos en la época colonial.

Instituciones incorporadas más tarde, por obra de modas o evoluciones extranjeras, también experimentan deformaciones que las alejan de su misión original, de la finalidad para las que fueron concebidas. Benedict Anderson – tratadista británico nacido en China – afirma que los problemas sociales de las naciones nuevas arrancan del hecho de que son desprendimientos de los viejos imperios”.

Ladislao volvió la cara hacia su compañero de mesa en la sesión plenaria. – Sólo le ha faltado decir que los hispanoamericanos están aquejados de identidad vacilante o vergonzante. A lo mejor piensa para sus adentros que las sociedades hispanoamericanas son notas sueltas de la grande y múltiple identidad española; que son cuentas del collar de Las Españas. Esa misma opinión tenían los Austria, los Borbones, los republicanos, los falangistas durante la dictadura del generalísimo Franco. Ladislao se levantó de su asiento al oír a un ministril de congresos oficinescos proclamar a viva voz: se declara un receso de treinta minutos. Caminó hasta la puerta principal, salió a la calle y afuera sintió una ráfaga de aire tibio y reconfortante. Vio pasar grupos de turistas acompañados de hombres y mujeres cubanos que les hablaban complacidos. Siguió caminando dos cuadras más, dobló una esquina conocida y penetró en la cafetería. Fue derecho a la barra y llamó al camarero. – ¿Azuceno, aquí, en La Habana, las personas de alto rango saben bailar la rumba? – Pues yo creo que en Cuba la rumba la bailan todos: negros, blancos y mulatos; pobres y ricos, jóvenes y viejos. – ¿Será cierto que el son que se baila en Cuba lo trajeron a Oriente unas hermanas negras desde la isla de Santo Domingo? He leído eso en un libro sobre la música popular cubana. – Mi abuela decía que el son se toca desde los años mil seiscientos. El son y la rumba son de Cuba, como el aire, el calor o la lluvia.

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