Ahogado por la inseguridad, violencia y caos que impera en Haití, el primer ministro Ariel Henry lanzó meses pasados un grito de auxilio al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) para que se despliegue una fuerza de paz en la pobre nación. Ya en varias ocasiones y diversos escenarios el presidente dominicano Luis Abinader y su canciller Roberto Álvarez habían también descrito la pesadilla haitiana.
Estados Unidos, Francia y Canadá –los tradicionales aliados de Haití- mostraban preocupación, pero callaban sobre el tema de liderar una misión armada en Haití. El hielo lo vino a romper el presidente de Kenia, William Ruto, quien esta semana anunció su disposición de enviar 1,000 policías a Haití.
La República de Kenia, muy distante de Haití, es un país africano de más medio millón de kilómetros cuadrados y 55 millones de habitantes, según estimaciones. Su capital es Nairobi. Es uno de los países africanos con más estabilidad desde su independencia de Gran Bretaña en 1963.
Junto a los saludos de la decisión de Kenia crecen inquietudes. Por ejemplo, la misión aún depende del Consejo de Seguridad; se ha dicho que no será bajo la bandera de la ONU, y EEUU y Canadá no han dicho qué aportarán. También se cuestiona la inexperiencia de la Policía de Kenia sobre el tema, y hay quienes ligan este cuerpo armado a muertes, abusos y torturas. Haití es hoy reo de mafias y pandillas que se nutren del caos. ¿Podrá Kenia, con sus problemas, liderar una fuerza para poner orden en un país secuestrado por bandas?