Pedro Andrés Pérez Cabral y
“La comunidad mulata”, 40 años después

Pedro Andrés Pérez Cabral y <BR>“La comunidad mulata”, 40 años después

POR MIGUEL D. MENA
Narrador, abogado, político, periodista, educador. Pedro Andrés Pérez Cabral (Corpito) nació en San Pedro de Macorís en 1910 y murió en Venezuela el 9 de mayo de 1981. En 1945 se graduó de Doctor en Ciencias Políticas y Derecho.

En su condición de opositor al régimen de Trujillo, vivió muchos años en el exilio. Decapitada la dictadura, retornó a su país natal, donde fundó, junto al profesor Dato Pagán Perdomo, el Partido Nacionalista Revolucionario, en 1961. Volvió al exilio en 1963, algunos meses antes del golpe de Estado. Permaneció en Venezuela hasta su muerte. Su novela Jengibre, publicada en Caracas, aborda la situación de los trabajadores dominicanos hace medio siglo, y propone una severa crítica a la explotación proletaria y la dominación imperialista en la industria azucarera.

Los años 60 fueron pródigos, por no decir fundantes, lo que bien podríamos llamar dominicanística.

En 1959 José R. Cordero Michel (1931-1959) escribe su «Análisis de la era de Trujillo: (informe sobre la República Dominicana)», el primer texto que con la metodología del materialismo histórico, se plantea explicar los rasgos más determinantes de aquella Era del terror. Juan Bosch pasa recuento al primer a los años que siguen a la caída del trujillato y que llegan hasta su propia caída, en septiembre de 1963, con un libro publicado en Costa Rica, «Crisis de la democracia de América en la República Dominicana» (1964). Seis años después, completará el ciclo de sus reflexiones con un texto publicado en España, «De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial» y otro en la Santo Domingo, «Composición social dominicana» (1970).  En 1965, en Venezuela, Juan Isidro Jimenes-Grullón dará a conocer otro texto esencial en la comprensión de nuestra modernidad: «La República Dominicana: una ficción».

A diferencia de estos autores y textos, editados y justipreciados una y otra vez, emerge la figura de alguien que al igual que Cordero Michel, Bosch y Jimenes-Grullón sufrió el exilio trujillista y actuó en aquella vorágine política subsiguiente al 1961.

Se trata de Pedro Andrés Pérez Cabral (1910-1981), a menudo más conocido como «Corpito» que por su nombre real, y de una obra sólo conocida por especialista: «La comunidad mulata», editada en Venezuela, en 1967.

En la solapa de esta obra podemos leer su autopresentación:

«El autor, Pedro Andrés Pérez Cabral, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela y en Derecho de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, es un ciudadano dominicano que, desterrado desde 1939, todavía hoy está impedido de regresar a su patria, a la que sólo pudo reintegrarse por espacio de 18 meses comprendidos entre octubre de 1961 y mayo de 1963».

Más conocido por su novela «Jengibre» (1940) que por este enjundioso ensayo, Pérez Cabral  ha devenido, muy injustamente, para cierto sentido común, sinónimo de racista. Si bien en aquél texto de juventud hay cierto acopio de un sentido común dominicano donde el prejuicio racial es santo y seña, no es correcto extrapolar la crítica de un texto a otro.

Lo han demostrado con toda la razón Diógenes Céspedes en su ensayo «El sentido de la responsabilidad social frente a la escritura: un estudio de «Jengibre» (Revista de crítica literaria latinoamericana, Lima, Año 5 (1979), núm. 9, pp. 33-56) y Norberto James Rawlings en «Un estudio sociocultural de dos novelas dominicanas de la era de Trujillo: «Jengibre» y «Trementina, clerén y bongó» (Universidad de Massachussets, 1992).

Sin embargo, «La comunidad mulata» no ha tenido igual suerte con sus lectores.

Los que han logrado leerla, como Andrés L. Mateo y Manuel Núñez, no han hecho más que reciclar algunos de sus planteamientos –en el caso del primero-, cuando no de invertir y pervertir el prisma de sus planteamientos –como acontece con el segundo.

«Mito y cultura en la Era de Trujillo» (1993), de Mateo, asume la iconografía del trujillato que ya había desarrollado Pérez Cabral. Por su parte, en «El ocaso de la nación dominicana» (1990), Núñez invierte las críticas al racismo consuetudinario del buen dominicano que realiza Pérez Cabral, y nos presenta como una entidad histórica necesitada de cierto pararrayos que nos defendiese de la inminente negrificación que provendría de Haití, como si de hecho los dominicanos nos fuésemos eso, una sociedad mulata.

Los deudores de este texto son muchos. También los son los que sin haber leído la obra, se despachan con juicios típicos de unos tiempos apocalípticos, como fueron aquellos en los que se dio a conocer esta obra.

Pérez Cabral fue un cientista amplio, sistematizador, y lo más significativo: multidisciplinario. En 1967, a dos años de concluida la Guerra de Abril y en lo más álgido de la represión balaguerista, poca interlocución podía lograr un texto que cuestionaba experiencias históricas como las de los focos guerrilleros de 1959 y aún, en sus palabras finales, la misma experiencia revolucionaria del abril histórico.

«La comunidad mulata» fue escrita esencialmente en 1964, luego de tener que tomar el trago amargo de su segundo exilio –del que nunca más regresaría.

Es una obra enciclopédica para su tiempo: asume los aportes del marxismo, del sicoanálisis a partir de los textos liberacionistas, de la sicología piagetana.

Lo que se plantea en esta obra es mostrar los problemas de autopercepciones del dominicano a través de la historia, y la conformación de una imagen no correspondida con la realidad histórica. La tesis central es el de la dominicanidad sustentada en el mulataje.

Pérez Cabral cuestiona con suma acidez la blancofilia y la haitianofobia de dominicano.

A cuarenta años de la primera –y única edición formal- de «La comunidad mulata», recordamos una obra que necesita ser leída.

Luego continuaremos el diálogo.

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